La conjura de La Rinconada

La conjura de La Rinconada (portada)

(27/12/2023) En plena Navidad y en la antesala de un año nuevo cargado de ilusiones y de proyectos acaba de salir a la luz mi nueva novela: La conjura de La Rinconada.

 Viene al mundo como viene toda novela: con la esperanza de hallar lectores que se acerquen a su contenido y, de paso, completen su relato porque, como de todos es sabido, la mitad de un libro la escribe el autor y la otra mitad sus lectores. Lectores que aportan a la lectura, sus emociones, sus experiencias, sus esperanzas, sus frustraciones… y que, en ocasiones, son capaces de descubrir en el libro cosas que ni siquiera el autor es consciente de haber escrito.

 Pero ¿de qué trata tu libro? -me preguntarán ustedes. Y mi respuesta es clara: La conjura de La Rinconada trata de lo que trata cualquier novela, del amor, del poder, del odio, de la pasión, de la guerra, de los sueños…es decir, de esos sentimientos que habitan en nosotros desde la noche de los tiempos y que no cambian ni cambiarán, porque están incrustados en nuestra propia humanidad, en nuestra genética. Y lo hace mezclando realidad y ficción, porque la realidad y la ficción lejos de oponerse se complementan, se alían la una con la otra para dar respuesta a las preguntas que nos hacemos sobre los hechos, sobre los acontecimientos ocurridos o imaginados en el presente, en el pasado o en el futuro.

 La Conjura de La Rinconada es una novela de aventuras sazonada con ingredientes de misterio, suspense y emoción -eso que se ha dado en llamar un thriller-; atravesada por una potente historia de amor y cuya acción transcurre en el siglo XVI.

 Y me cuesta hablar de thriller, como me cuesta hablar de novela histórica, porque una novela no debería admitir adjetivos, porque de ser algo, la novela debería ser un género de madurez que nace de la misma sustancia que los sueños.

 Toda novela transcurre en un tiempo histórico, sea el de hace una hora, el de hace dos años o el de hace quinientos. Incluso si trata de un tema de actualidad, deja de ser actual y pasa a la categoría de pasado cuando el autor ha terminado de escribir la historia.

 Y si hablamos de los objetivos, de los propósitos que nos mueven a escribir un libro, la respuesta tampoco admitiría dudas: entretener, gozar, divertir.

 La novela procura entretener al lector, hacerle pasar un rato agradable, pero su objetivo no es perseguir la utilidad. Si termina siendo útil, tanto mejor, pero ese no es su propósito. Como diría el escritor Javier Cercas “la literatura es útil siempre y cuando no pretenda ser útil, porque si pretende ser útil se transforma en propaganda y en pedagogía”.

  Yo añadiría que la única utilidad exigible a una novela es la de procurar placer y eso es lo que he pretendido con La conjura de La Rinconada: dar placer a quienes la lean, porque el placer es de las cosas más útiles que conocemos.

 “Oye Luis ¿cuándo dejas de escribir sobre el pasado y tocas temas de actualidad?” -me ha preguntado uno de esos escasos amigos que se interesan por lo que hago. Y le digo que tiene razón, que a ver cuando dejo de escribir sobre el poder, la ambición, el odio, la amistad, el sectarismo, la guerra, el amor, los celos, el racismo … y me pongo a escribir sobre temas de actualidad.

 Ironías aparte, La conjura de La Rinconada pretende, a través de lo ocurrido en el pasado, interpretar lo que sucede en el presente. Porque el pasado es un presente ensanchado que condiciona lo que ocurre en nuestros días y lo que ocurrirá en un futuro, porque la historia se repite, o mejor, los que hacen la historia tienden a repetir los mismos errores que en el pasado y hay que recordárselo.

 Y lo hace combinando el rigor histórico con la ficción, la documentación minuciosa de situaciones y hechos con la recreación de unos personajes con emociones propias. Sin artificios estilísticos y con una clara estructura narrativa. Buscando lo verdadero como esencia, porque los narradores escribimos para averiguar algo que desconocemos.

 La conjura de La Rinconada como novela de ambientación histórica pretende entretener, insisto, y si en ese entretenimiento consigue acercar a sus lectores el conocimiento histórico, pues miel sobre hojuelas.

 Hay rincones de la historia donde no llegan los historiadores, ángulos muertos que escapan a su visión y es ahí donde llega el novelista, porque este puede inventar aquello que no se sabe aún -y subrayo el “aún”-. En cualquier caso, como afirmó el recién fallecido Milan Kundera: “Una novela no afirma nada. Una novela busca y plantea interrogantes”. Pues eso.



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