La ciencia del cuento
(30/07/2023) Para ser odontólogo hay que leer a Cervantes y para entender los cuentos hay que conocer la ciencia que encierran.
Hace pocas fechas estuve en Paredes de Nava, villa palentina que acaba de conmemorar el Primer Aniversario del Museo del Cuento y la Ciencia, que tiene su sede en la Iglesia de San Martín de dicha localidad y es obra de la artista Rosana Largo Rodríguez.
La villa natal del poeta Jorge Manrique, del pintor Pedro Berruguete y del escultor Alonso Berruguete, deslumbra por la riqueza cultural que oferta al visitante. Y en esa oferta destaca ya, para los navegantes del arte y la cultura, el Museo del Cuento y la Ciencia, primera sala en apostar en nuestro país por el binomio cuento y ciencia, explicado a través del arte.
“Luis, ¿quieres hablar sobre el cuento en la literatura?” me pidió Rosana.
Y cómo decir no a la vallisoletana más internacional -así ha sido calificada por la prensa-, a la artista que triunfa dentro y fuera de nuestras fronteras, que ha expuesto dos veces en el Museo del Louvre, que es miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias de París, que cuenta con numerosos premios, y que ha llevado su trabajo “El sueño de Volar de Leonardo da Vinci” -con el Rey David, de Pedro Berruguete, como fondo-, a la pantalla gigante que decora Time Square en Nueva York.
Pero ¿qué tiene que ver el cuento con la ciencia?, se preguntarán ustedes.
Si visitan el museo paredeño y se entretienen en leer sus paneles explicativos comprobarán que la relación entre ellos es tan estrecha que más bien habría que preguntarse lo contrario ¿hay algún cuento que no encierre en sus entrañas un concepto científico?
Descubrirán que tras el cuento de El Principito se esconde la magnitud del brillo de las estrellas y el impacto de su luz en las placas fotográficas que se hicieron en los inicios de la fotografía: “el tamaño de la imagen que cada estrella dejaba en la placa era un buen indicador de su brillo aparente en el cielo”. Que Pulgarcita de Hans Christian Andersen habita en un ecosistema muy próximo al mundo de los artrópodos en los que centró sus estudios la entomóloga María Sbylla Merian. Que el cuento Los Tres Cerditos demuestra que los puercos, aparte de sus aptitudes arquitectónicas, comparten capacidades cognitivas con especies altamente inteligentes como los chimpancés o los delfines, que tienen un buen sentido de la orientación y una excelente memoria a largo plazo. Y lo mismo ocurre con otros cuentos.
La ciencia y las humanidades siempre fueron de la mano. Platón a quien se considera padre de la filosofía occidental disfrutaba de la astronomía, Teofrasto, maestro de la retórica, era un excelente botánico y Aristóteles, que era un gran naturalista, escribió poesía.
Y tú, ¿eres de letras o de ciencias? Nos preguntaban antaño a los estudiantes de manera cansina. Creer que las ciencias carecen de fundamento humanístico o que las humanidades no comparten elementos científicos es un error aún bastante extendido.
Por eso bienvenidos sean museos como el de Rosana Largo, en Paredes de Nava, donde el cuento y la ciencia interactúan y enriquecen nuestra mirada.
Porque leer La Sirenita es sumergirse en el increíble fondo marino e imaginar la necesidad de elementos técnicos, como el periscopio, para poder observar su enorme diversidad. Es recordar a Sarah Mather, mujer que patentó el primer periscopio y modernizó los submarinos, como se nos dice en el museo. Y leer Los viajes de Gulliver , es recurrir a la ciencia para explicar la importancia de las señales visuales que pueden hacernos creer que unos objetos son gigantes (como Gulliver) y otros pequeños (como los liliputienses), es reconocer la importancia del tamaño de nuestro cuerpo como elemento de medición. Leer, en fin, a Blancanieves y los siete enanitos puede y debe llevarnos a preguntarnos por la ciencia que esconden los espejos: “espejito, espejito, dime ¿quién es la más guapa del reino?”
¿De números o de letras?, ¿de ciencias o de humanidades? Estamos ante una falsa oposición que ya va siendo hora de superar. No hay progreso sin tecnología, pero tampoco lo hay sin humanidades.
Los saberes han de estar integrados para garantizar el desarrollo global y armónico de todos y cada uno de nosotros.
La eterna “guerra fría” entre Ciencias y Letras no es más que una visión maniquea y miope. Rosana Largo lo deja bien claro en su Museo del Cuento y la Ciencia.