Fetiche

(21/3/2009) Todo el mundo admite que el fetichismo, esa devoción irracional hacia los objetos, se da sobre todo en el mundo de lo tangible. Hacia cosas que poseen o se les atribuyen poderes de todo tipo y condición y que son buscadas por un tropel de crédulos necesitados de  algún remedio o protección.
Pero hay también un fetichismo que excede al mero contacto con los objetos. Me refiero al que se dirige a los lugares que fueron habitados por personajes destacables en cualquier campo de las artes, de las ciencias o de la historia y que llegan, tras convertirse en mitos, a tener un valor fetichista para quienes les idolatran o simplemente les admiran. Vayan a Viena y verán cómo en la Casa de Mozart muchos incondicionales del genio de Salzburgo tienen un brillo especial en los ojos cuando, absortos e ensimismados, caminan por los espacios que aquel pisara.  Vayan a la Casa Cervantes de Valladolid y verán hombres y mujeres llegado de todos los confines del mundo -unas 20.000 personas al año- cuyo objetivo vital ha sido y es pasear por el lugar donde el Manco de Lepanto corrigió las primeras pruebas de imprenta del Quijote. Y lo mismo podríamos decir de muchos de los que deambulan por las pirámides de Egipto o de quienes lo hacen por el Palacio de Versalles.
Por eso no nos extraña lo más mínimo cuando leemos que en la Casa Museo de Miguel de Unamuno de Salamanca, según cuenta su directora, Ana Chaguaceda, una mujer extranjera se presentara con bastante frecuencia con el único deseo de pasar unos minutos en el dormitorio del escritor. “Se arrodillaba ante la cama y salía con lágrimas en los ojos” cuenta la directora. Y lo mismo les ocurre a quienes entran en el dormitorio que ocupó Antonio Machado en la calle Desamparados de la ciudad de Segovia o a los que visitan la tumba de Marilyn Monroe en el cementerio Wetwood Village Memorial Park de los Ángeles en California.
Ángela Hernández Benito, responsable de la Casa de Zorrilla de Valladolid admite que muchos de los devotos de los versos de José Zorrilla “lo hacen con cierto sentido fetichista”. Pero hay más.
Al igual que hay objetos y lugares que funcionan como amuletos fetiches, según hemos visto, hay también vivencias cargadas de sentimientos e impregnadas de culto  que son consideradas protectoras por esos peregrinos de la nostalgia y del morbo que son los fetichistas.
Son esos estados de ánimo que se desatan cuando determinado sabor, olor, color o sonido nos transportan a momentos vividos con un placer especial y que buscamos una y otra vez para experimentar de nuevo ese estado anímico, ese goce del alma de difícil definición.
¿O es que no hay fetichismo en los excéntricos admiradores musicales que escuchan siempre la misma canción o en aquellos que necesitan recitar los versos de su poeta preferido?
Hace pocas fechas el Embajador ruso en España  -un apasionado de los versos de Antonio Machado-, sorprendió a propios y extraños cuando, ni corto ni perezoso, sacó un libro de poemas y comenzó a recitarlos en el dormitorio del poeta. “Se le veía tal como el que acaba de cumplir un viejo deseo” comentarían más tarde algunos de los presentes.
En la vorágine fetichista que a todos nos envuelve y devora -¿quien se atreve a decir que está libre de fetichismo?- las casas museos organizan de vez en cuando -en efemérides excesivas y difícilmente digeribles por los calendarios- exposiciones y actos de todo tipo para alimentar el halo fetichista que todos llevamos dentro. Todos. El mío, por ejemplo, son los versos del Don Juan Tenorio de José Zorrilla. Oídos desde la cuna -mi padre lo sabía de memoria y lo recitaba incontinente  fuera o no fuera el 1 de Noviembre- los versos que Zorrilla compusiera en tan sólo 21 días me transportan a territorios de infancia, a edenes perdidos y a patrias de nostalgia y melancolía. Como diría un postmoderno los versos del Tenorio “me ponen”. Son mi fetiche particular y doméstico.
Por eso he corrido cual poseso fetichista para apuntarme en la próxima recitación de versos que con motivo del 165 aniversario de su estreno -ya ven qué sólido pretexto para una efemérides-, se llevará a cabo en la Casa Museo de Zorrilla de Valladolid. Allí, borracho de emociones, y con los poros sudando nostalgia balbucearé extasiado la parte que me han asignado los organizadores como un fetichista más. Será el 28 de Marzo. A las 12:54 horas.



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