Encuentro con Joaquín Díaz

(10/5/2008) Hay fechas que por su singularidad histórica y el consiguiente impacto mediático que les acompaña quedan grabadas en la vida de toda una generación hasta el punto que todo el mundo recuerda lo que hizo y dónde se encontraba cuando ocurrió tal cosa. ¿Acaso no recordamos quienes peinamos canas lo que hacíamos cuando llegó el hombre a la Luna o cuando el brutal asesinato de John Fitzgerald Kennedy? Así, si nos preguntan donde estuvimos o qué hacíamos el 11-S cada cual te indica con todo detalle a qué se dedicó y con quien estuvo el día que cayeron las Torres Gemelas.
El que escribe este artículo se hallaba en Urueña  – declarada recientemente primera  Villa del Libro española – entregando a Joaquín Díaz, responsable de la Fundación que lleva su nombre, el libro que tan generosamente se había dignado prologarme: “Valladolid, ¡si yo te contara!”.
Recuerdo el encuentro con Joaquín, su hospitalidad antigua y las fotos familiares que nos hicimos y que colgué en la galería de mi página Web; también el paseo por la muralla de Urueña que atesora una de las vistas más espectaculares de España – no se me mueran sin haber visto una puesta de sol desde su camino de ronda -. Una jornada dulce en mi breve biografía como escritor hasta el punto que creí olvidarme por momentos del dramatismo y luto con el que se había vestido aquella jornada y que nos impactaría durante tanto tiempo.
Hace pocas fechas volví a encontrarme con Joaquín. Presentaba su último libro en unos grandes almacenes de Valladolid y me pareció la mejor excusa para acercarme a la sabiduría añeja de este zamorano universal que es Joaquín Díaz. El libro en cuestión que lleva por título “Música y letra” y que edita Ámbito, es la mejor forma de conocer el legado cultural que “el sabio de Urueña” -le llamo así desde que presenté el libro aludido en la Librería Margen de Valladolid- nos ha legado.
Si se acercan a su lectura -cosa que les recomiendo- verán como Joaquín desgrana con una prosa limpia y exquisita lo que fueron sus inicios musicales con grupos que luego tuvieron mayor o menor fortuna, sus giras por Portugal y por América como embajador de la música sefardí a la que dedicó muchas horas de investigación, su desembarco en la cultura oral desde la tranquilidad que le ofrece La Casona de Urueña.
A Joaquín tendremos que agradecerle muchas cosas, muchas, y entre ellas el que nos haya recordado gracias a sus romances y canciones – escuchen sus Canciones de la Guerra de la Independencia recopiladas por Federico Olmeda, por ejemplo, – que tenemos historia; una historia que se hunde en la noche de los tiempos cuando, al no poder acceder al texto escrito, la única transmisión cultural era la oral, el “boca a boca”; una historia de “hombres arraigados en un paisaje y en una tradición concreta” tal y como reza la contraportada de su libro.
Cultura oral que, no lo olvidemos, ha estado presente hasta no hace tantas fechas en cualquier municipio de nuestro olvidado mundo rural. ¿Quién no recuerda los romances e historias viejas narradas por nuestros abuelos que ellos habían aprendido a su vez de los suyos y éstos de los suyos?
“Música y Letra” es un imprescindible documento para historiar con la profundidad necesaria los movimientos sociales y culturales de las cuatro últimas décadas del siglo XX. Un libro imprescindible y necesario que, según reza su generosa dedicatoria, es para “leer, pensar, reflexionar. Tres patas para el Banco que produce mayor “interés” el de la Cultura”.
Lo dicho. Joaquín Díaz. El sabio de Urueña.



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