Elogio de la codicia
(10/12/2013) A veces la prensa hace extraños compañeros de cama. Y tan extraños. Vean.
El pasado 27 de noviembre un periódico digital escupía la siguiente noticia: “Londres, capital europea de la codicia. Hasta 2700 banqueros ganan más de un millón de libras al mes”.
Y unas líneas más abajo, otro titular, vomitaba lo siguiente: “¿saben los españoles como ahorrar de cara a su retirada laboral? Diversos estudios remarcan la ignorancia que existe en España acerca de los planes de pensiones para la jubilación, sus ventajas e inconvenientes”.
Mensaje claro y rotundo para sordos: los ricos son ricos por listillos y los pobres lo son por ignorantes, porque ¿cómo se puede a estas alturas de la película y con lo que está cayendo no haberse hecho un plan de pensiones? ¡Por Dios!
Los banqueros británicos se hacen cruces y su indignación -que ellos también se cabrean, faltaría más- alcanza ya las alturas del Big-ben. ¡Os pasa lo que os pasa por ignorantes!, nos gritan.
¿Que sólo ganas ochocientos euros al mes? Pues apriétate el cinturón y deja un pico para el Plan. ¡Ten un poco de codicia, hombre!
“Greed is good” (la codicia es buena) ha proclamado el alcalde de Londres, Boris Johnson. Sabe que los números avalan su proclama. Dos mil setecientos “opulones” en la ciudad de Charles Dickens. Dos mil setecientos “Scrooges” en el eterno “Cuento de Navidad” de la City.
Que nos ha salido un tanto lenguaraz este alcalde y no se corta un pelo ni tiene escrúpulos a la hora de esputar que “El espíritu de la envidia sirve para espolear la actividad económica”.
Porque Boris, un indignado con posibles, tiene guardaespaldas suficientes para proclamas tan incendiarias: dos mil setecientos “gorilas” que han engordado su bolsillo hasta tener que agarrarlo con fuerza para que no reviente.
Los antiguos pintaban la codicia metida en años, flaca, pálida y con la bolsa bien amarrada. Y al codicioso con la bolsa al cuello, estrangulado por su peso.
Pero ya va siendo hora de cambiar de caricatura y apostar por orondos banqueros de rostro sonrosado, por generosos mecenas de los muchos pobres que fabrican sus finanzas.
Don Salvador de Madariaga, escritor y diplomático español, adelantándose a las cuotas pesqueras o agrarias que reparte la Unión Europea en un toma y daca cansino, dividió los pecados capitales entre franceses, ingleses y españoles. A cada cual lo suyo. A los franceses les tocó la avaricia, a los ingleses la hipocresía y a nosotros, la envidia.
Pero ya ve, don Salvador, los british se han adelantado y nos tienen tanta envidia que lejos de vernos como fieros papistas en eterno pecado capital van y copian nuestro invento. ¡Hipócritas!
Y como la envidia conduce a la codicia y ésta a la corrupción pues ya tiene usted reflejado el pecado capital de esta Europa de las finanzas, señora Merkel.
De poco le sirve al edil londinense que el décimo mandamiento sentencie “no codiciarás los bienes ajenos”, de menos que Epicuro dijese aquello de “¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia”, de nada que Cicerón afirmara que “el no ser codicioso es ser rico”, o que el filósofo Lao Tse escribiera: “No hay mayor vicio que ser codicioso”…
El señor Boris, rico Opulón en la City, lo tiene claro y no se sonroja al decirlo: “Greed is good”.
Y como la codicia no conoce límites y viste el traje verde de la envidia quiere nuestro dinero, nuestro plan de pensiones, ese estrecho margen que nos queda para no hundirnos en la hambruna.
Fondos, planes, preferentes, eso es a lo que hay que dedicarse y no a comer ¡hombre!, dicen el señor Boris y sus secuaces. Que hay mucho Bob Cratchit suelto en los arrabales del mundo y hay que redimirlo como sea.
Pero hay un problema, Sir. Cobrando 800 o 700 euros, y teniendo que comer y pagar alquiler, agua, luz, gas, ropa, colegio, transporte… ¿quién puede permitirse pagar un plan de pensiones?
Como dice un proverbio belga que a usted le viene que ni pintado “El avaro desollaría a un piojo para obtener su piel”.
Pero es que ya no nos queda ni la piel, señor Boris. Hace tiempo que la hipotecamos a sus banqueros.
En cualquier caso le propongo un trato honroso: cambien ustedes su “librafilia” por la “librofilia” y hagan caso a lo que dijo Constancio Vigil “Sólo hay una avaricia honrosa: la de las palabras”.
Aunque usted sólo atesora tres: “Greed is good”. ¡Pobre!