El euribor y la caligrafía
(21/3/2016) Cuando ya todos la veíamos en el corredor de la muerte, desesperadamente asomada al abismo de la desaparición; cuando ya nadie daba un centavo por sus huesos, una llamada de última hora, llegada desde los despachos del poder, la ha devuelto a la vida.
A la escritura a mano, a la caligrafía, esa criatura condenada en los últimos tiempos al ostracismo, exiliada a los pupitres de los primeros cursos de primaria como una vieja costumbre a recordar, como un patrimonio cultural a proteger ante la tiranía del dígito, le ha salido un salvador.
Cuando todos esperaban la visita del pelotón de fusilamiento digital, al boli y al papel les ha llegado un mesías que les ha prometido vida eterna: el Euribor.
-Profe, ¿para qué escribir a mano si el próximo curso lo haremos en la tableta? Se queja el alumno de cuarto ante su maestro que aún recuerda los tiempos de la pluma y el tintero, del borrón y el papel secante.
-Algún día tendrás que firmar una hipoteca, hijo.
“El Euribor negativo obliga a practicar la caligrafía” nos dicen desde la banca, ese ente sin alma rescatado que se convierte de la noche a la mañana en rescatador de la escritura a mano.
Lo ha dispuesto la Dirección General de los Registros y del Notariado: “Las cláusulas que utilizan los bancos para blindarse contra los tipos bajo cero deben ser manuscritas”.
La gran banca blindándose ante pobres y aterrorizados clientes que han olvidado, ¡ay! la escritura manual y que se acercan a los despachos como colegiales que no se saben la cartilla.
“A muchos les cuesta escribir y se les somete a este ejercicio como si fueran escolares” se queja Enrique Arana, notario de Vitoria, que no entiende la vuelta a los tinteros.
Sólo los grafólogos están de enhorabuena. De la noche a la mañana dejarán de engrosar las filas del paro y entrarán en las notarías. El Euribor negativo les otorga la esperanza de los moribundos.
¿Cómo estudiar el alma humana si no es por las señales que nos lanzan sus rasgos caligráficos?, nos gritan desde las facultades de grafología.
El teclado al ocultar el manuscrito oculta el carácter. La escritura digital, eso que los entendidos llaman la “textualidad inmaterial de los procesadores de texto” anula al autor del texto, su personalidad, sus emociones, su carácter. Lo dice Sergio Chejfec en su último ensayo: “Ültimas noticias de la escritura”. Lean, lean.
Pero, el triste hipotecado que ha olvidado cómo se coge el bolígrafo ¿comprenderá esta vez lo que escribe, entenderá la letra pequeña que sale de su propia mano?
“Es una medida preventiva para garantizar que la entiende y evitar que se repita el episodio de las cláusulas suelo”, dicen los jueces mientras esgrimen, cual tutores, una larga vara de avellano.
“El hecho de que copien la cláusula de su puño y letra no quiere decir en absoluto que la entiendan” sigue quejándose Arana al dios de las hipotecas que nada oye.
En el Valle de la Muerte californiano, el desierto más árido de Norteamérica, han florecido millones de plantas. Veinte especies han brotado gracias al fenómeno de “el Niño”.
Pues bien, gracias al fenómeno de “el Euribor” al desierto del folio le han florecido bailones garabatos que tiñen de colores su blanco inmaculado.
Volverán los grafólogos, como volvieron “las oscuras golondrinas” de Bécquer, a estudiar el alma que esconde la letra temblorosa de los hipotecados, a desnudar su carácter, oliendo su alegría o su dolor, se esperanza o su desánimo, su rabia o su templanza.
Siguiendo el ejemplo de los gurús de Silicon Valley que envían a sus hijos a colegios sin ordenadores para que sean educados libres de Wifi, sin Google, Apple, Hewlett-Packard o Yahoo, sin tabletas ni programas informáticos, la banca nos arroja de nuevo a los pupitres para que aprendamos a escribir a mano, a fijar con cierta soltura los palotes, a garabatear sin emborronar la hipoteca, para que no tengamos que hacer como aquellos antepasados que al no saber firmar su sentencia a muerte debían hacerlo “con una señal de cruz en firma”.
Dicen que el escribir a mano potencia la memoria, facilita la ortografía, mejora la capacidad de lectura y provoca mejores aprendizajes, pero a la banca esto le trae al pairo, sólo le preocupa salvar su pellejo por si vienen mal dadas, “blindarse contra los tipos bajo cero”, esos tipejos, ingenuos e hipotecados, esos párvulos que no deben crecer, que somos todos sus clientes.