De Castrojeriz a Brujas
(1/3/2009) Imaginen que es domingo y que aprovechando la bonanza del día quieren dar una vuelta con los amigos. Imaginen que ese recorrido les lleva al románico palentino y que ya metidos en danza se adentran en la provincia burgalesa. Imaginen que todo sale como está planificado: llegan primero a Támara de Campos donde quedan deslumbrados contemplando la Catedral de San Hipólito -en su interior una extraordinaria reja de Francisco de Osorno y uno de los órganos más antiguos de Europa elevado sobre una columna-; continúan por Frómista y su Iglesia de San Martín -lo mejor del románico palentino con su ajedrezado, sus capiteles, sus canecillos y su planta basilical- ; y antes de embelesarse con los monumentos que esconde la villa de Sasamón -la Segisamone romana historiada por Floro y Orosio- llegan a Castrojeriz. Y puestos a imaginar, imaginen que llegan tarde a dicha población pero que queriendo visitar su templo parroquial les preguntan a unas lugareñas si pueden hacerlo y éstas les dicen que sí, que si se dan prisa pueden hallar aún la puerta abierta pues la “misa de una” acaba de concluir. Sigan imaginando si aún les queda tiempo para tanta imaginación y vean al párroco dispuesto a cerrar las puertas del templo, acompañado de tres feligreses con los que piensa tomarse el vermú -algo tradicional en nuestros pueblos- y a unos “urbanitas” entre los que me encuentro que, conscientes de lo intempestivo de la hora, le suplican les permita ver el hermoso templo que vislumbran desde el pórtico. Sólo verlo.
Lo lógico y lo imaginable es que el párroco les diga que lo siente, pero que el horario es el horario, que su trabajo está hecho, que es domingo y que él tiene también derecho al descanso – algo normal si pensamos que es de las pocas personas que ha trabajado dicho día por la mañana- para concluir con algo tan español y en este caso tan comprensible como el “vuelva usted mañana” que diría Larra.
Se lo imaginan, verdad. Al fin y al cabo como diría un castizo “esto es España, tío, y no hay más cera que la que arde”. ¡Pues no! Se han equivocado ustedes. Resulta que el párroco -don Enrique Alonso para más señas-, despide a sus amigos de tasca dominguera y sorprendentemente nos invita a sentarnos en los bancos próximos al altar para dar pie a unas explicaciones sabias y templadas sobre Castrojeriz y su templo parroquial. Como les digo. Y lo que empezó queriendo ser una simple mirada al interior del templo, continúa con una detallada explicación histórica sobre la Merindaz de Castrojeriz y su importancia económica en los siglos XV y XVI (gracias al comercio de la lana y a ser población de paso en el Camino de Santiago), sigue con la descripción minuciosa del templo y su riqueza artística -trípticos flamencos, tablas y tapices de la escuela de Brujas- y concluye con una interesante exposición en el claustro de la Iglesia que lleva por título “De Castrogeriz a Brujas. Comercio y mecenazgo en el Camino de Santiago”.
Y es que Brujas -Brugge en neerlandés o Bruges en francés- y la región de Flandes fueron destino de muchas exportaciones castellanas, y Castilla fue, a su vez, receptora de los productos manufacturados flamencos hasta el punto que se llegó a generar un movimiento artístico conocido como “hispano-flamenco”. De ello da buena cuenta la Iglesia de San Juan de Castrogeriz elegida como lugar de enterramiento de aquellos ricos comerciantes de la lana. El retablo de la capilla de los Gallo fundada en 1513 con sus doce tablas pintadas en Brujas son un claro ejemplo de lo que les digo.
No sé si seguir dándoles más información sobre la exposición. Mejor no. Que hay cosas que hay que verlas y que no pueden ser expresadas con meras palabras. Vayan a Castrojeriz. La exposición que se inauguró el pasado 27 de junio aún permanece a la espera de visitantes amantes de la historia y el arte. Visitantes como ustedes.
Y si tienen la suerte de que sea don Enrique quien se la enseñe, pues mejor que mejor. Pero, por favor, no vayan a la hora del vermú, que tampoco es bueno abusar de la hospitalidad de este admirable párroco.