Callejeros

CALLE PEÑAFIEL

(10/05/2023) Hay localidades que sorprenden al visitante. Aunque ya se hayan recorrido y se crea conocerlas bien, siempre guardan algún secreto escondido, alguna rareza.

 Me ha pasado, hace pocas fechas, visitando Peñafiel. Y decir Peñafiel es decir su imponente Castillo de los Téllez Girón, su Plaza del Coso, sus iglesias, su río Duratón -con molinos reconvertidos en modernos restaurantes-, sus calles empinadas como si buscaran cobijo en la flamante fortaleza que navega el teso.

 Con los años, no se sabe bien por qué, uno se fija en detalles nimios que pasaron desapercibidos en anteriores visitas. Por ejemplo, en la nomenclatura de las calles. ¿Quién en su sano juicio se detiene para reparar en los nombres de plazas y avenidas cuando hay tanto que admirar entre sus monumentos? Pues eso es lo que me ocurre y eso es lo que hago: fijarme en detalles que nadie contempla porque no tienen importancia, ¿o sí la tienen?

   Dando cuerda a mis manías cuando visitaba Peñafiel, me fijé en la “Calle de los Destiladeros” y en la placa que acompaña dicha denominación y que explica que ese nombre, “destiladeros”, se debe a “los secaderos de heces de vino. Cerca se encontraba la Iglesia y la Puerta de San Pedro”.

   Otro tanto hice en la Plaza del Coso, donde se celebra la multitudinaria Bajada del Ángel y sus espectáculos taurinos, y que lleva también, junto al nombre, su leyenda aclaratoria: “Plaza del Coso. Popularmente, corro. Desde el siglo XVI se cita como Corro de los Toros”.

 Y metido en danza, ya no pude abandonar los rótulos de otras calles que incluían el correspondiente escrito aclaratorio: “Calle de la Varguilla. Nombre que recibía el pequeño morro en el que termina esta calle”.

 Pero fue en la Calle San Sebastián donde mi sorpresa fue mayúscula. El letrero que acompañaba dicha denominación añadía lo siguiente: “en la plaza existió una iglesia de este nombre. Popularmente de la Pecina. Antes 1931-1937: Pablo Iglesias; 1937-2000 Héroes del Alcázar”.

 Que tomen nota quienes quieren borrar la historia o cambiarla según los intereses del momento, quienes juzgan el pasado con patrones actuales y pretenden eliminar lo ocurrido: la que fuera Plaza de la Pecina -pecina: cieno negruzco que se forma en los charcos o cauces donde hay materias orgánicas en descomposición- se llamó en los años de la II República Calle de Pablo Iglesias, tras la Guerra Civil, Calle de los Héroes del Alcázar y ahora Calle de San Sebastián, a la espera de otro cataclismo ideológico que cambie su nombre actual, pues nada permanece bajo el sol.

 Dice el periodista Víctor Márquez Reviriego que la historia española se refleja en el espejo de los callejeros, afirmación que parece confirmarse en Peñafiel.

 Y es que de los callejeros también se aprende y mucho. Integrar la historia, con sus aciertos y sus errores para que estos no se repitan, es posible, sin necesidad de recurrir al quita y pon al que nos lleva el sectarismo ideológico. Señalar los nombres que ha tenido una calle y que la nueva denominación conviva con la antigua, puede resultar conciliador y hasta didáctico.

 Ahora, cuando tantos ayuntamientos buscan poner nombres de mujeres en calles y plazas para subsanar su infrarrepresentación en el callejero, bien está que se haga, pero ¿por qué borrar a los ilustres varones que dieron nombre a la rúa para favorecer criterios más igualitarios? Añádase en placa adjunta, como hacen en Peñafiel, los nombres anteriores, aunque solo sea para que quede memoria de la escasa atención que han recibido las mujeres a lo largo de la historia.

  Me informan que una de las iniciativas que tomó el ayuntamiento peñafielense, hace ya dos años, fue cambiar la Calle Calvario por la Calle Flor de Esgueva, con el fin de inmortalizar la importancia de la quesería “Flor de Esgueva” en la población y su comarca.

 Supongo, aunque no dispongo de datos que lo confirmen, que en la línea apuntada más arriba, en esa pulsión didáctica que atesora su ayuntamiento, junto a la placa “Calle Flor de Esgueva” aparezca su consiguiente letrero aclaratorio en el que ponga algo así como “nombre de un famoso queso de oveja, marca que llevó el nombre de Peñafiel por toda España. Antes calle Calvario”,

 Y está bien que así sea, porque las empresas tampoco son eternas y cualquier crisis económica puede borrarlas del mapa…y del callejero.

Visiten Peñafiel: una vieja y culta villa castellana que refleja en sus calles el paso de la historia y el voluble corazón de los hombres.



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