Boletín de notas
(10/12/2009) Llega la Navidad. Y con ella costumbres y situaciones que se repiten un año sí y otro también como si nada cambiara en nuestro pequeño mundo. Como si todo fuera previsible. Entre ellas permítanme que hoy me refiera a la escena de los muchachos entregando las notas a sus padres o tutores, acontecimiento que vuelve al final de cada trimestre, como vuelve la cigüeña al campanario, con el consiguiente sentimiento de alegría o disgusto ante los dispares resultados académicos de la muchachada.
Alegría y disgusto que, reconozcámoslo, no se corresponden con criterios de estricta justicia y racionalidad debido al desconocimiento de las distintas valoraciones que deberían hacerse sobre las notas.
Saber leer e interpretar el Boletín de Notas para tomar ante él una actitud justa y razonable es un aprendizaje que no han superado todos los padres. Me temo.
Desconozco si en las Escuelas de Padres se incluye el aprendizaje sobre cómo leer y reaccionar ante el Boletín de Notas del vástago. Si no es así deberían tomar cartas en el asunto pues las notas escolares, origen de conflictos familiares frecuentes, terminan amargando el turrón de la Navidad, la “mona”de Pascua y las relaciones con la suegra.
Dos actitudes destacan, a primera vista, a nada que nos asomemos al portal familiar: la de aquellos que muestran un total desinterés hacia todo tipo de información educacional -notas incluidas-; y la de los que se muestran preocupados y ansiosos ante los resultados académicos de sus hijos. Y en el medio, supongo, quienes se muestran medianamente alegres o contrariados según sea la altura que alcancen los diferentes dígitos en el Boletín de marras.
Las notas son o deberían ser la materialización de, al menos, tres modalidades evaluadoras: la evaluación del rendimiento académico, la evaluación de la personalidad y la evaluación de las aptitudes e intereses de los muchachos. Modalidades que no son compartimentos estancos de la persona sino que integran e impregnan su conjunto unitario. Otro tema es el de si los actuales boletines de notas, tal como están diseñados, permiten ofrecer todo ese tipo de información.
Los boletines en su gran mayoría suelen centrarse en el campo cognoscitivo o de los conocimientos, menos en el campo psicomotor o de las destrezas físicas y apenas en el terreno afectivo-emocional y del comportamiento; campo este que incluye las actitudes ante el trabajo y los estudios, los intereses, el esfuerzo, el equilibrio emocional y afectivo…
Y es el esfuerzo mantenido el primer concepto que debería leerse en los boletines
-siempre y cuando se evalúe objetivamente, tarea que no resulta sencilla y que requiere destrezas evaluadoras por parte del profesor- dada su importancia a la hora de valorar resultados más o menos brillantes. Esfuerzo que permite, si se hacen bien las cosas, la clasificación de dos tipos de rendimiento académico: el rendimiento suficiente/insuficiente de quienes superan o no los objetivos y contenidos programados por el centro y el rendimiento satisfactorio/insatisfactorio que considera las potencialidades personales de cada muchacho y sus progresos o retrocesos en relación a las posibilidades que marcan sus capacidades.
De lo anterior se deduce que un alumno puede haber tenido un rendimiento suficiente por haber superado los objetivos marcados, pero insatisfactorio al estar por debajo de sus capacidades reales en dicha asignatura. Y al revés.
Considerar los progresos de los hijos respecto a sus propias capacidades es una lectura que no todos los padres saben hacer. La familia debe conocer el esfuerzo o la desidia que sus hijos desarrollan en el aula para valorar en su justa medida las calificaciones académicas. Y a partir de ahí tomar las medidas pertinentes.