Francisco Umbral
(29/8/2007) En este agosto frío y desangelado se nos ha ido Francisco Umbral.
Le conocí en los primeros meses de 1976, cuando firmaba ejemplares de su libro “Las Ninfas” en unos grandes almacenes de Barcelona.
Desde el Colegio Santiago Apóstol de Hospitalet de Llobregat -ya desaparecido- en el que impartía clases a un grupo de 8º de EGB, me acerqué hasta el lugar en el que firmaba el flamante Premio Nadal de 1975 para que me dedicara su obra galardonada.
Con el temor del monaguillo que se acerca al obispo, le presenté mi libro, que era el suyo, susurrándole tembloroso mi nombre.
Su dedicatoria no pudo ser más espléndida. O al menos eso me ha parecido siempre, sobre todo cuando, pasado el tiempo, Paco fue adquiriendo esa fama de hombre entre bravo y destemplado que le ha acompañado hasta la tumba.
“A Luis. Muy cordialmente con la sonrisa de Francisco Umbral”.
Si se fijan bien, si analizan al detalle la breve dedicatoria, verán que emplea dos palabras que desdibujan esa fama de escritor desabrido y huraño que algunos le colgaron: cordialmente -que procede de cor- cordis , corazón, no lo olvidemos- y sonrisa -que de seguro prodigó más de lo que el barullo mediático, al que se enfrentó, quiso ofrecernos-.
Sí, ya sé que una dedicatoria no es más que eso, una dedicatoria. Ya sé que el autor se ve obligado a improvisar en unos segundos una frase que exprese lo que el comprador del libro espera. Ya sé que a veces se pretende halagar con frases que se utilizan para todo el mundo, máxime cuando el autor no conoce de nada a su lector…
Lo sé. Pero, también sé que en aquella dedicatoria y en la mirada de Paco al ofrecerme mi libro, que era el suyo, noté un fondo de cordialidad sincera y profunda que siempre me acompañaron.
Por eso, en este agosto desangelado y frío, cuando mi hijo, al levantarme, me ha anunciado la muerte de Paco, lo primero que he hecho ha sido ir a la estantería para arrancar su libro del olvido y el polvo y volver a la cordialidad y sonrisa de su dedicatoria.
Hasta siempre, Paco.