Estrellas caníbales

universos

(20/2/2014) ¡Tiene guasa! –y no me estoy refiriendo al “whatsApp”, ese moderno artilugio que te permite comunicar hasta el cansancio lo que a nadie le importa- no. Que digo que tiene guasa -cachondeo, pitorreo, chanza, burla, broma…- que se asome uno a cualquier revista científica para entender mejor los mecanismos del Universo y se encuentre con que también en las alturas rige la ley de la selva. ¡Manda!

La fauna que puebla el universo, allá arriba, debe parecerse mucho a la que tenemos aquí abajo a tenor de lo que nos cuentan los astrónomos, esos cazadores siderales provistos de telescopios con punto de mira.

Para unos el universo es un queso de gruyere lleno de “agujeros de gusano” por donde se podría viajar también al pasado y, ya puestos, matar al abuelo del genocida. Dicen.

Para otros la galaxia, cualquier galaxia, semeja un gigantesco calamar que, hambriento, lanza chorros desde sus enormes agujeros negros -situados en su vientre-, engulle enormes cantidades de energía y crece de forma activa en un festín eterno del que formamos parte. ¡¡Ñam!!, ¡¡Ñam!!

Que todo esto y más lo sabemos gracias al ALMA que no es lo que ustedes piensan, no, sino la “Atacama Large Millimeter/ submillimeter Array”, que es algo más prosaico y banal, qué le vamos a hacer, pero así son las cosas.

Y sabemos gracias al ALMA que nuestro universo contiene “estructuras espirales” en su gas molecular, “bulbos centrales” en las galaxias y una gran cantidad de masa “engullida por sus agujeros negros”.

Lo dice, porque lo ha visto, Sebastien Muller -astrónomo que trabaja en el Observatorio Espacial de Onsala, en Suecia-, para que nadie dude de la selva sideral en la que estamos metidos:

“Observar con ALMA este caso de “indigestión” de un agujero negro ha sido totalmente casual…por un golpe de suerte,…justo cuando nueva materia fresca entraba en la base del chorro del agujero negro”.

Leer revistas astronómicas guarda un gran parecido con la visión de documentales sobre depredadores. Cambien al camaleón que devora al insecto por un “agujero negro” engullendo hasta la indigestión “materia fresca” y comprueben que todo es igual arriba y abajo como muy bien dice, desde siempre, el Padrenuestro: “así en la tierra como en el cielo”. Amén.

Y en la selva siempre impera la misma ley: comer o ser comido. No hay escapatoria.

Aunque, a veces, más que una selva el universo se parece a un circo hecho para la diversión de los “agujeros negros” tras el banquete, en ese aburrimiento sideral en el que se hallan postrados. Porque ¿qué decir de algo que tiene “cuerdas cósmicas”, “cuerdas con el extremo afilado”, “cuñas cortadas” y “curvas temporales cerradas” como dice el gran Stephen Hawking?

Pues que tanta cuerda no puede ser otra cosa que el Gran Trapecio, el enorme tobogán gravitatorio donde hacen acrobacias los del Circo del Sol.

Quizás el Universo sea ambas cosas. Algo así como un circo para que los depredadores devoren a los elefantes mientras los payasos se ríen del lanzador de cuchillos.

¡Manda huevos! -que diría el ministro- que sean tan parecidas la selva amazónica y la galáctica. Y sobre todo que sean tan literarias las regiones siderales como para haber enganchado a tanto escritor, ajeno a lo que de verdad se cuece en el interior de la selva sideral: un estómago insaciable hasta la indigestión.

¿Será porque unos creen en Un universo diferente como Gabriel Encinas Cruz?

¿O porque otros imaginan un Universo sensible como afirma Guillermo Agudelo Murguía?

¿O porque prefieren pensar en El universo elegante como divulga el doctor Brian Greene?

¿Y si todo el universo estuviera en un libro como defiende Juan Carlos Ortega en El universo de Ulises?

Me uno a Ortega para afirmar también que el Universo es todo un libro de literatura escrito por supernovas de “estructuras filamentosas y difusas” -como la nebulosa del cangrejo que duerme su eternidad en la constelación de Taurus-, o por estrellas gigantes rojas en el final de su vida que terminan, agónicas, devorando planetas en un Canto del Cisne poético y caníbal.

Canto del Cisne que también será el de nuestro Sol cuando, gigante y aburrido, termine por devorarnos a todos en una comunión que será eterna.

Ernesto Sabato escribió “Uno y el Universo” para decirnos:

“…este imperfecto Universo en que vivimos está formado por una única sustancia que transmuta sin cesar, asumiendo transitoriamente la forma de árboles, criminales y montañas”.

Era 1945 y ya se había dado cuenta de que el Universo era y es una selva. ¡Sabio!



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