A huevo

(20/10/2012) Lo tienen “a huevo”. Quienes quieren notoriedad, que se hable de ellos, salir en la primera página de los periódicos, ser estrellas mediáticas, famosos…lo tienen “a huevo”. O sea, que lo tienen fácil, que mis lectores suizos -que los tengo- no tienen por qué entender expresión tan culinaria.

Cualquier barbaridad sirve, cualquier exabrupto cuenta, cualquier mandanga que se aleje de lo normativo y sensato, vale. Y cuanto más se aleje, mejor. Escandaliza que algo queda. Y ya puestos, hacerlo a lo bestia que el listón está cada vez más alto y ya no vale cualquier minucia. ¡Hay que abrir el telediario!¡Coño!

Que una muchacha ansía para sí la fama de que gozan sus más deseados ídolos de la canción o del cine, pues hace público que vende la virginidad al mejor postor y se asegura la primera plana en todos los medios. Pasó hace unos días.

Que otra quiere iniciar una carrera cinematográfica en un mercado tan complicado y necesitado de padrinos, y ya de paso salir en Interviú y ganar una pasta gansa, pues se desnuda en la Plaza Neptuno de Madrid, aprovechando que es 25-S y hay gente, reza arrodillada entre la multitud y se conviertes en toda una celebridad. Que hay muchas formas y muy rápidas de salir de la crisis. Y es fundamental que hablen de ti…aunque sea para mal.

La historia es tan vieja como el mundo.

Caín no hubiera pasado a la posteridad, de forma tan rotunda, de no haber matado a Abel y Judas Iscariote nunca hubiera estado entre los apóstoles más recordados de no haber vendido a Cristo. Así somos.

Nos gustan los personajes extremos y malvados, los heterodoxos, los transgresores, las otras vías. ¿Recuerdan acaso a Etelredo II el Indeciso? ¿se acuerdan del emperador romano Didio Juliano? ¿Oyeron hablar del Papa Martín V? Me temo que no.

¿Conocen a Enrique VIII? ¿Y a Calígula?¿Y al Papa Borgia?…Seguro que sí.

La madrastra es más popular que el hada madrina. Y más atractiva desde el punto de vista literario.

En la historia como en la vida suelen triunfar los malos. Al menos se habla más de ellos.

Muchos asesinos en serie, muchos descerebrados que quieren acabar con compañeros de instituto, lo primero que hacen es grabar su imagen en Internet para pasar a la posteridad. Saben que pasado el enfado inicial alguien hará una tesis doctoral sobre la clave de su comportamiento y una novela sobre su desgraciada vida. Y no le faltarán biógrafos ni directores de cine para llevar su maldita existencia al celuloide. Así somos.

El asesino noruego que masacró a 69 personas en la isla de Utoya y a 8 en la ciudad de Oslo, dejó un manuscrito de 1500 páginas en el que confesaba que grabaría la matanza en un vídeo para enviar las imágenes a los distintos medios. Buscaba la notoriedad que da la Red. No lo hizo porque, como confesó en dicho escrito, “por desgracia, subir y trasmitir este material a través de la Red ocuparía por lo menos tres horas, lo cual apenas sería posible”.

Era una desgracia no salir en la Red. No el asesinar a 77 personas. ¿Se enteran?

La personalidad narcisista que se esconde debajo de quien busca la fama a cualquier precio debería hacernos reflexionar. Y ya de paso encabezar la lista de sospechosos en las comisarías.

Según sentencia de hace unos días se llevará a la cárcel a quien difunda vídeos íntimos sin permiso del interesado. Lo que parece razonable. Pero, de seguir así las cosas, se hará famoso -y se forrará- quien publique o difunda escandaleras y crímenes, como las descritas más arriba. Él y su cliente.

Algo huele mal en Dinamarca que dijo Hamlet.

Como huele a podrido este artículo que de alguna manera está hablando de quienes desean que se hable de ellos.

¡Es tan fácil caer en la trampa!

Aunque quizás me redima el no haber puesto aún su nombre.

Algo es algo.



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