Los desayunos de la biblioteca

(31/7/2011) Allí estaba yo. En la Casa de Zorrilla. ¡Si mi padre levantara la cabeza! Él, que se acostaba y levantaba rezando su Tenorio, aprendido de oídas en las bambalinas grises de la post-guerra.
Allí, para hablar sobre mis libros…estaba yo.

- ¡Ciutti!
-¿Señor?
-Pon vino, al Comendador.

Y Ángela Hernández Benito, cual otro Ciutti, nos servía café con pastas.
Pero, ¿qué demonios hacía yo en los “Desayunos de la Biblioteca” que el Ayuntamiento de la ciudad y la Fundación Instituto Castellano Leonés de la Lengua organizan para nutrir de cultura los miércoles de julio?
¡Qué osadía, por Dios! Si alguien tenía que estar allí, ese era mi padre, que como tantos poetas de albarcas y tabaco picado se desayunaba todos los días con su Tenorio.

-¿La hostería del Laurel?
-En ella estáis, caballero.
-¿Está en casa el hostelero?
- Estáis hablando con él.

En la Casa de Zorrilla, un público hambriento de letras -letrahambriento- se sirve cada miércoles de julio un aperitivo cultural con distintos autores.
Con Ángeles Porres y Ángela Hernández. Entre ángeles en el Jardín del Edén. Que la Casa de Zorrilla tiene un hermoso jardín romántico que huele a hospitalidad y sabe a pueblo.
Y yo, como en casa. Hablando sobre mis libros aunque lo que de verdad quería era hablar sobre mi padre que se pasó media vida sintiéndose un aprendiz de Zorrilla. Un don Juan Tenorio de boina y cuarterón.

-Con oro nada hay que falle
¡Ciutti!, ya sabes mi intento
A las nueve, en el convento;
A las diez en esta calle.

A las once de la mañana, Ángeles Porres comenzó a desgranar todo un rosario de preguntas bien traídas y mejor llevadas con su verbo cálido y musical. Que se nota que es experta en músicas y cantos. ¡Vaya si se nota!
Y yo, como perdido, mirando los pétreos muros esperando que apareciese el fantasma de mi padre gritando aquellos versos que poblaron mi niñez de miedos y filosofías:

-¡Señores ¿a qué llamar?
los muertos se han de filtrar
Por la pared, ¡adelante!

Pero en vez de mi padre, aparecía yo, con verbo balbuciente y cobarde hablando sobre mis libros, respondiendo a Ángeles en un escenario mágico que hacía temblar mi ADN. El ADN heredado de mi padre que me había llevado, cogido de la mano de la infancia, al lugar sagrado que él siempre soñó. Al tabernáculo de la poesía. La Casa de Zorrilla.

 DESAYUNOS

 



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