Ladydi en Sierra Madre

ladydi

(30/1/2015) En el estado de Guerrero, una de las entidades federativas de México, existe una especie que consigue sobrevivir en uno de los medios más hostiles y extremos del planeta: la mujer.
Jennifer Clement, interesada en especie tan extraña, ha escrito una novela sobre la misma para que admiremos la enorme capacidad de supervivencia que tiene la hembra humana cuando la adversidad se ceba en ella o en sus crías.
“Prayers for the Stolen” (Oraciones por robo) que en español ha titulado “Ladydi”, es todo un tratado sobre la condición femenina y tras leerlo uno se reafirma en lo que siempre pensó: que nuestra especie sigue aquí, superviviente a todas las hecatombes y desdichas, gracias a la mujer.
En un medio enormemente hostil -“ardiente-infierno-miserable-dejado-y-olvidado-de-la-mano-de-Dios”- donde el hombre desaparece como “mojado” o aparece como depredador que roba jovencitas para satisfacer sus instintos -“mi madre decía que el estado de Guerrero se estaba convirtiendo en una guarida de conejos llena de jovencitas escondidas por todos lados”- y donde los taxis advierten en un letrero de cartón “No subimos cuerpos con sangre”, todo el mundo sueña con entrar caminando al “paraíso” del norte: “al enorme cementerio de Estados Unidos” .
Y entre tanta desolación y crimen surge la figura de las madres de esas muchachas que evitan, con inteligencia de animal acorralado, que sus hijas sean robadas. Como la madre de Ladydi García Martínez, personaje memorable y conmovedor, lleno de energía, que logra salvar a su hija con artimañas dignas de quien ha de sobrevivir en la más negra selva, mintiendo “les dije a todos que nació un niño”, vigilando como una leona la llegada de los narcos “mi madre bajaba la cabeza, cerraba los ojos y se concentraba en oír un motor o el alboroto que hacían los pájaros y los animales pequeños cuando se acercaba un vehículo”, soportando con ira el destino “su furia era una semilla que fue plantada esa tarde” y que no soporta las canciones de amor desde que fuera abandonada por su marido: “tu padre me mató la música”.
Pero es una mujer fuerte, capaz, si se lo propone, de lavar los platos de los cincuenta estados del país del norte por salvar a su hija o en caso de hambruna de “arrancarse con los dientes la piel de alrededor de las uñas para –revueltas en arroz- dar de comer a su hija”. Lo dicho un extremófilo capaz de sobrevivir en las condiciones más extremas del planeta.
Terrible drama el que sufren esas mujeres vulnerables a todos los peligros, sin hombres que las defiendan, y que Jennifer Clement narra de modo prodigioso, con una prosa llena de lirismo y con unos personajes inolvidables.
Personajes como Paula, la niña robada para satisfacer los instintos del capo de los narcos, -“el hombre que había exprimido a la dulce niña del cuerpo de Paula”- y que tras la terrorífica experiencia consigue huir y “oliendo el camino hacia su madre” llegar a ella para que, en una regresión a la infancia causada por el trauma vivido, tenga que alimentarse con biberón.
El escritor argelino Yasmina Khadra -seudónimo de Mohammed Moulessehould- y autor de la obra recientemente publicada “A qué esperan los monos”, manifestaba en una entrevista que “la desgracia de la humanidad deriva de las barbaridades cometidas contra las mujeres”.
Por eso nos aterra comprobar que haya mujeres que en un lugar de nuestro mundo tengan que ocultar a sus hijas en hoyos de tierra llenos de alacranes, o de rellenar sus vestidos con trapos para hacerlas gordas y menos deseables, o de afearlas rompiéndoles los dientes, o de mentir a los cuatro vientos diciendo que han parido un niño.
Mujeres que cuando llega el momento fatal y son robadas se animan unas a otras a quemarse con cigarrillos porque así “si nos encuentran muertas en algún lado todo el mundo sabrá que éramos robadas…es nuestra marca…mis quemaduras de cigarro son un mensaje”.
Víctimas de la indiferencia y el abandono, sin hombres que las protejan y sin esperanzas de salir del infierno al que las condena su pobreza, abordan su existencia con una dignidad que asombra.
Trabajo duro y de denuncia hecho desde la poesía para que nos percatemos de un problema que excede las fronteras de México. “En Atlanta trescientas niñas están vulnerables al tráfico cada mes”, comenta la autora en una entrevista a quienes piensan que el problema está en otra parte.
La liberación de doce niñas en Murcia captadas por una red para prostituirlas nos habla de un problema que es universal y al que tenemos que enfrentarnos.
Gracias Jennifer Clement por hurgar en la herida y enhorabuena por tu magnífica y terrible novela.



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