Premio Frechilla-Zuloaga
(30/11/2009) El “Concurso de Piano Frechilla-Zuloaga” atrae a Valladolid a lo más granado de la interpretación pianística juvenil. Jóvenes promesas que se abren paso, en el difícil panorama internacional, acudiendo a concursos musicales que les aportan, además de la necesaria ayuda económica, el darse a conocer en el mundo de la música.
Tienen mérito, mucho mérito estos muchachos que, en una sociedad donde palabras como esfuerzo y trabajo han sido desterradas del habla común, son capaces de afrontar una carrera que está sembrada de enormes dificultades y renuncias. Veintisiete han sido los jóvenes que procedentes de todas las partes del mundo y arropados por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, se han enfrentado en buena lid para dar como ganador al ruso Eduard Kunz que nos transportó (en el sentido más místico del término) con su impresionante interpretación del Concierto nº 1 de Tchaikovsky a edenes desconocidos e inquietantes.
En el certamen quedó en segundo lugar el también ruso Alexander Shaykin, en tercer lugar la lituana Vernika Kopjova y en el puesto número cuatro el polaco Krzysztof Stypulkowski.
Todos ellos jóvenes de poco más de veinte años que hacen pensar que no todo está perdido en nuestro pequeño mundo y que nuestra civilización quizás pueda salvarse. Quizás.
De los 27 concursantes 9 eran españoles, y el mejor, según el jurado, Ambrosio Valero García. No me resisto a poner el nombre de los otros ocho porque en un país como el nuestro con la música como asignatura cenicienta en las escuelas y sin una tradición musical arraigada (tal vez por ello hemos acuñado la expresión “irse con la música a otra parte”), tienen mucho, pero que mucho mérito quienes se sientan frente a un piano para pasar horas y horas de infancia, adolescencia y juventud. Por eso permítanme que dé las gracias a Enrique Bernardo de Quirós Martín, a Jorge Blasco Royo, a Eloisa de Guzmán Alonso, a Juan Miguel Moreno Camacho, a Dina Nedéltcheva Tahtadjieva, a Cristina Alba Radial Garrido, a Yenifer Prado Jiménez y a Mireia Vendrell del Álamo, por estar ahí por representarnos a quienes tan poco hacemos por el conocimiento y la vivencia de la música clásica.
Y por hoy nada más. Tan sólo agradecer a los organizadores del evento musical los buenos ratos pasados en el Auditorio Miguel Delibes. Y les dejo. Me voy con la música a otra parte.