Sobre excusados y GPS

baños

(20/11/2023) Hay dos cosas imposibles de encontrar en esta vida: la felicidad completa y los baños de los bares.

 De la felicidad ya sabemos que es inalcanzable y que, como dijo Sam Savage en El camino del perro, solo es posible bajo algún tipo de enfermedad mental; y sobre los excusados en los bares qué les voy a decir que no sepan, ¡prueben!, prueben a buscarlos en cualquier cafetería cuando les venga en gana (de hacerlo).

 De todos es bien sabido que el objetivo de todo el que monta un bar es esconder los servicios colocándolos en sótanos infernales, en alturas imposibles o en recovecos que más recuerdan a madrigueras que a humildes lavabos. Dicen los ingenuos que ello obedece a motivos higiénicos y odoríficos, pero yo me he encontrado muchos baños compartiendo pared con la cocina donde preparan las tapas.

 Y el ocultamiento no resulta solo ser una cuestión de espacio, también lo es de señalización, de iconos más o menos ingeniosos, de monigotes que indican donde tiene que evacuar cada cual.

Del “Damas” y “Caballeros” y “Hombres” y “Mujeres” que señalaba el reparto equitativo y binario en tiempos pasados, hemos llegado a todo tipo de iconos que demuestran la enorme originalidad ibérica para referirse a los géneros masculino y femenino, tan rica y variada que más de uno al acceder a los baños entra por la puerta equivocada.

 “Vi dos trazos indescifrables, tan abstractos como una pintura de Picasso, y sin poder aguantarme me metí en el más próximo que resultó ser el de señoras” -me cuenta un amigo que añade que tras preguntar al del bar sobre aquellos malditos garabatos le contestó, molesto, que se referían a una corbata y a un lazo.

 Y es que la huida de imágenes machistas del tipo hombre con pantalones, mujeres con faldas, -o bombín y bolsito, o un huevo frito y una berenjena…- hace que se recurra a todo tipo de ilustraciones algunas tan extrañas que sería necesario contar con un GPS para saber qué dirección tomar cuando la vejiga aprieta.

 Y no digo yo que no haya que huir de los estereotipos de género en todos los ámbitos -un periodista se quejaba hace poco de haberse topado con un bar en el que la puerta de los hombres se mostraba con un “Bla” y la de las mujeres con decenas de “Bla, bla, bla, bla, bla, bla” … – pero sí que al menos exista un código más o menos universal que permita comprender este mundo que, como les comenté en otro artículo, cada vez se muestra más indescifrable.

 Lo peor que te puede pasar si padeces incontinencia es llegar a un bar buscando los baños y no tener a quien preguntar, o que, habiéndolos encontrado, no saber descifrar cuál es el que se corresponde con tu género.

 Pero ¿por qué nos cuesta tanto encontrar los servicios sin preguntar a los camareros? Tras mucho meditar sobre el asunto he llegado a la conclusión, tal vez equivocada, que la culpa no es de nadie. Ni de los dueños del negocio ni de nosotros. Que la culpa es de la prisa, ese estado de aceleración que nos impide leer o atender a las señales indicadoras.

 Aun así, echada la culpa a la prisa, hay bares que parecen estar diseñados para jugar al escondite. Para que nadie encuentre el retrete. Los camareros, acostumbrados a tanto despistado, hacen gestos cómplices entre ellos, mientras observan cómo te estrellas con todas las puertas -también contra la de las cocinas- hasta que misericordiosos te indican desde la barra que la puerta buscada, la que da a los aseos, la tienes ante tus propias narices camuflada tras un biombo.

 Esta obsesión por los baños es la que debió llevar a Marcel Duchamp a enviar un urinario entronado sobre una peana a una exposición colectiva en un lejano 1917. Con aquella provocación nació el vanguardismo y, aunque fue rechazada por el jurado en aquellos momentos, el año 2004 aquel mingitorio fue votado por 500 reputados profesionales del sector como “la obra de arte más influyente del siglo XX”.

 Que los urinarios sean o no una obra de arte puede ser objeto de polémica, pero que los baños públicos de los bares son un oscuro objeto de deseo cuando la necesidad obliga es algo compartido por todas las culturas.

 Perdonen los lectores si hoy el tema les resultó un tanto escatológico y puede que hasta de mal gusto, pero, como les dije el otro día, estamos en noviembre, a cuatro días del Viernes Negro y …



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