Por la cara
(29/02/2024) Atentos a la palabra que nos ha llegado del inglés: Looksmaxxing.
Ya sé que, para alguno de los lectores que se asomen a este artículo, el término les resultará conocido, pero para los que ignoran tamaño vocablo les diré que consiste en algo así como cincelar las mandíbulas, los labios y los pómulos. En tener “mandíbulas fuertes y ojos de cazador”, que este es el lema que han adoptado algunos jóvenes y adolescentes para acabar de una vez con su rostro anodino y, ya puestos, mejorar su autoestima.
Si en la variedad está el gusto, ahora resulta que no. Que hay una tendencia que promueven los algoritmos, y aconsejan los modelos masculinos que pueblan las redes, para que todo el mundo se acompañe de un rostro anguloso y viril.
Comenzaron por el peinado, el cuidado de la piel, las dietas y los ejercicios, pero insatisfechos aún con el “careto” que mostraba el espejo, se han lanzado desesperados hacia el looksmaxxing:pasar por el quirófano para limar ese hueso rebelde, implantarse bótox en la frente simiesca, prótesis en el mentón retraído y hacerse un rostro a lo Kirk Douglas en Espartaco.
Ya nadie podrá decir aquello de ¿a dónde vas con esa cara?, porque cada cual llevará la que le ha diseñado su cirujano plástico a partir de lo que le aconsejó el algoritmo. Tampoco tendrá mucho sentido la manida frase de “la cara es el espejo del alma” porque cada cual habrá elegido por catálogo el rostro que le conviene, o sea el espejo del alma que quiere mostrar.
Como en tantos otros ámbitos ya nada será lo que parece y si una novela que atribuimos a Javier Marías puede haber sido escrita por el ChatGPT, el rostro de ese vecino que la enamora, señora, es una máscara surgida del quirófano, uno de tantos engaños en este mundo sin certezas.
Como tantos términos que acaban en “ing” y que nos llegan del inglés: footing (correr despacio), lifting (estiramiento facial), rafting (descender ríos), zapping (cambiar canales), casting (seleccionar actores), catering. marketing…, nos llega ahora looksmaxxing y uno ya no sabe qué cara poner -y nunca mejor dicho- ante tanto colonialismo lingüístico.
El modelado del rostro en hombres jóvenes, que eso es a lo que lleva el looksmaxxing,aumentará su valor en el “mercado sexual”, dicen, al dotarles de una masculinidad y una seducción irresistibles para cualquier mujer. Al fin y al cabo, dicen también, eso es lo que impera en la naturaleza: un despliegue feroz de atributos y colores entre los machos para mejor seducir a las hembras que, dicho sea de paso, están a lo suyo y sin hacer puñetero caso a la berrea, a ese subidón de testosterona que enloquece a los machos, según nos muestran los documentales de la dos.
¡Abajo la nariz ancha, la barbilla corta, la cara de pan, los ojos demasiado juntos (o demasiado separados), los pómulos caídos y la mirada de besugo! ¡Arriba los ojos de cazador, el mentón masculino y los pómulos altos!
Médicos, psicólogos y profesores, esos agoreros especializados en arruinar las fiestas, esos profetas de lo apocalíptico, siempre con sus jeremiadas, ya hablan de niños vulnerables ante técnicas agresivas, de problemas de salud mental entre los adolescentes, de que esas prácticas quirúrgicas, lejos de solucionar su autoestima, aumentarán su ansiedad e inseguridad y que muchos de ellos terminarán cayendo en ideología “incel”, o sea, en comunidades de “célibes involuntarios” que culpan al feminismo de sus fracasos sentimentales y se refugian en un mundo de hombres para perseguir ideales machos.
Al parecer la muchachada visita en exceso rincones tóxicos de los foros de internet donde se aconsejan prácticas tan salvajes como el “romper huesos”: golpearse la cara con un martillo para promover un crecimiento óseo más varonil y otras barbaridades por el estilo.
Lejos de esas prácticas y sin tener que pasar por el quirófano corren por las redes otras técnicas para lograr esculpir la mandíbula, centro de todas las obsesiones masculinas. Entre estas, se lleva la palma una técnica de desarrollo facial llamada “el maullido”, que consiste en sostener firmemente la lengua contra el paladar en un intento de fortalecer los músculos de la mandíbula. Ríanse ustedes, pero “el maullido” se ha vuelto tan popular que cuenta con más de mil millones de menciones en TikTok.
Y todo por la cara. Por esa parte de nuestro cuerpo que nos ha hecho únicos hasta ahora. Por ese elemento diferenciador que nos ha permitido averiguar, durante siglos, la catadura moral del vecino:
si tenía la cara larga, cara de pocos amigos o cara de circunstancias. Si daba o no la cara.