El día que nací yo
(30/04/2024) Como suele suceder en estos tiempos, cada cual recibe en su cumpleaños la “desinteresada” felicitación del centro comercial donde compra el pan y lo que puede, y los parabienes del banco donde menguan sus ahorros sin freno y sin remedio.
Antes de que tu familia se haya levantado de la cama en día tan señalado, antes de que compruebes que ya casi nadie se acuerda de ti y que cada vez le interesas menos al resto, recibes la felicitación de tu banco para demostrarte que es el que más sabe de ti -sabe cuándo naciste y que sigues vivo, que es cuanto hay que saber de un cliente- y el que más te quiere, aunque solo sea por el interés (de tu cuenta). “Por el interés te quiero Andrés”, que dicen los castizos.
El centro comercial lo hace después, ofreciéndote una “suculenta” rebaja del 10% en cualquiera de sus artículos, siempre que lo hagas en determinada fecha (que no está el horno para bollos) mientras que el banco, en un alarde de generosidad que raya con el despilfarro, te ofrece la canción que más sonaba el año que naciste por si ya no te acuerdas (que es lo más normal dado el estado de tu memoria).
“¿Sabes que canción sonaba el año que nací?” me pregunta un amigo mientras celebramos su cumpleaños tomándonos una caña.
Sé que la pregunta es retórica y que se sabe al dedillo la respuesta. Pero, aun así, entro al juego, para que inicie cuanto antes la lección.
“No tengo ni idea”.
“Pues el año que nací yo sonaba la canción Yo soy… Esa, de Juanita Reina, me lo acaban de poner los del banco, escucha”.
Y entonces, desenfunda su móvil, le golpea varias veces con el índice y me lo pega a la oreja para que me entere de que “Esa” es “la que no tiene nombre/ la que a nadie le interesa/ la perdición de los hombres/ la que miente cuando besa/ ya lo saben yo soy esa”.
Como no sé qué decirle, le digo lo de don Sebastián a don Hilarión en La verbena de la Paloma que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, que cómo pueden saber los bancos tanto sobre nosotros, que a saber lo que ocurrirá cuando llegue la inteligencia artificial, que al paso que vamos no habrá duda que se mantenga en pie y que aquella pregunta que se hacía otra cantante en aquellos años “el día que nací yo ¿qué planeta reinaría?”,, seguro que ya lo conocen los del banco y se lo dirán en el próximo “cumple”.
Él me responde que eso ya está inventado, y que sabe de grandes empresas que tienen aplicaciones para felicitan a sus clientes diciéndoles el número de días que han transcurrido desde su nacimiento e incluso los minutos o segundos que han pasado. “Y digo yo -añade algo airado- que para qué narices sirve saber los segundos que uno ha vivido. Una cifra que asusta por igual a jóvenes y a viejos. ¡Bastante asustan ya los años!”.
Luego para cambiar de tema y poder seguir con este artículo le hablo de la suerte de que el centro comercial le ofrezca ese diez por ciento, pero mi amigo que no está para ironías me dice que ahora que tantas cosas te llevan a casa, a ver cuándo se les ocurre contratar a los de “Glovo” que, como dioses en bicicleta están por todas partes, y acercarte el café mañanero a la cama para empezar bien el día. “Ese sí que sería un buen regalo y no lo del 10% que tanto pregonan” me dice entre resignado y airado.
“Pues yo me inclinaría por que nos felicitara el médico de cabecera -añado siguiéndole la rueda- ese que tantos datos tiene sobre nuestra salud, con el que pasamos la ITV de nuestro descacharrado cuerpo y que sabe que ya estamos para pocos trotes. Su felicitación sería un chute de optimismo y la confirmación pasajera de que aquello que observó en el último reconocimiento no era tan grave”.
Pero a mi amigo le ha dado otro golpe de nostalgia y pone a todo volumen la canción de la tal Juanita Reina que debió reinar el día que nació él, pero no el día que nació el grupo de jóvenes de la cafetería que, entregados al regetón, pasan soberanamente de nosotros.
Cuando termina de cantar la Juanita, compruebo que mi amigo se mantiene en sus trece:
“Pues ya que has sacado lo de la ITV, a ver cuándo nos llega la rebaja del dichoso impuesto que sube y sube como la mala hierba. Ellos que siempre se acuerdan de la fecha en la que tenemos que pasar por caja podrían hacerlo el día de nuestro cumpleaños y, de paso, ofrecernos un descuento. Eso sí que sería empezar bien el día. ¡Aunque solo fuera un diez por ciento!”.