El color del cristal

demediado

(01/03/2022) Recibo uno de esos vídeos que circulan por internet y que pretenden cantar las excelencias de cualquier realidad: la juventud, la vejez, la ciudad, el pueblo, los paisajes…  en plan de “el río que pasa por mi pueblo es más pequeño que el tuyo, pero el río que pasa por mi pueblo es más hermoso que el tuyo porque es el río que pasa por mi pueblo” que dijo el poeta portugués Fernando Pessoa.

 Esta vez tocaba cantar las excelencias de la España vacía y como no se puede ser tibio cuando la exageración manda, el vídeo lo hacía negando la mayor. Afirmando que son las ciudades las que están vacías de espacios, de silencio, de aire puro, de autenticidad y de lugares de encuentro (esta últimas carencia es cuanto menos discutible) y que por el contrario lo que alguien ha dado en llama la España vacía, o sea los pueblos que usted y yo conocemos, está llena de grandes espacios, de paisajes inolvidables donde abunda el silencio y el aire puro, con pueblos auténticos, criaturas maravillosas, lugares donde caminar y comer alimentos de la tierra. Llena, en fin, de agradables sorpresas a cada vuelta del camino.

 Y uno tras reenviar el video a los amigos de wasap en plan “mira qué video más estupendo”, piensa que sí, pero que no. Que el vídeo dice la verdad pero no toda la verdad. Que obvia que esos pueblos están vacíos de niños, de sucursales bancarias, de médicos, de escuelas, de jóvenes, de servicios, de futuro… Que como tantas noticias que nos llegan -y ahora con lo de Ucrania ya ni les cuento- deberían ser sometidas a un análisis riguroso para captar los detalles y los matices. Para entrar en su trastienda.

 Y luego, ya puesto en plan crítico, uno se pregunta a qué intereses responde esa alabanza de lo rural en momentos en los que hay un clamor generalizado (y desesperado) sobre el secular abandono de tantos pueblos  que no encuentran la forma de evitar la despoblación y la misma muerte. Qué poderes económicos y políticos se esconden detrás de estos vídeos que nos llegan por las redes sociales (ejecutados con grandes medios técnicos, no lo olvidemos) para crear opinión y llevarnos al huerto de sus intereses.

 Porque el vídeo en cuestión es un claro ejemplo de esa información sesgada e interesada que circula por internet y que intenta manipularnos en pro de intereses sectarios.

“Basta con introducir un poco de verdad en la mentira para que ésta no sólo resulte creíble, sino irrefutable” dice Javier Marías en la novela que estoy leyendo: Tomás Nevinson

 No sé si los colegios tan cargados ya en sus planes de estudio de temas transversales -igualdad de género,  interculturalidad, atención a la diversidad, enfoque ambiental, búsqueda de la excelencia, etc.-, tienen en cuenta este nuevo fenómeno.

 Porque quizá educar debería consistir en eso. En formar ciudadanos con criterio. En aprender a captar los detalles, los perfiles y los matices de las noticias que nos llegan. En saber ponerse en el punto de vista del otro, sea urbano o rural, conservador o progresista, ateo o creyente.

Trabajar el espíritu crítico, ese espíritu que pretenden abolir los poderes que tienen la tecnología a su favor para llevarnos a un estado de barbarie y de redil.

Y no solamente ser críticos con los que nos llega de fuera, no solo aprender a ser críticos con los demás, sino aprender a ser críticos con nosotros mismos que nos movemos en esa dualidad, en ese ser demediado que dijo Italo Calvino. Porque ¿quién no tiene que enfrentarse con su propio yo que le pide lo propio y lo contrario? ¿Quién no es progresista en unas cosas y conservador en otras?

 Esas dos mitades contrapuestas que llevamos encima y que de faltar cualquiera de ellas saldríamos perjudicados necesitan del equilibrio entre sus partes para lograr la armonía.

 Quizá esas dos caras que nos complementan sea lo más auténtico de nosotros mismos, aunque esté tan mal visto lo de “tener dos caras”  y hayamos ensalzado aquello de ser “de una pieza”.

 Los carnavales que estamos viviendo en el momento en que sale este artículo nos hablan de esa necesidad de disfrazarnos, de mostrar esa otra cara, de manifestar esa contradicción que nos habita, ese lado oscuro que llevamos a cuestas.

 Estamos hechos de contradicciones, de generosidad y de egoísmo, de amor y de odio y nuestra realidad no es más que un juego de luces y de sombras. Como el vídeo sobre la España vacía.

 O como lo que está sucediendo en Ucrania donde brota por doquier el lado más oscuro de ese ser demediado, dual, que llevamos encima.



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