El Cervantes y la Parca

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(10/05/2022) Hay premios que llegan tarde. Tan tarde que los galardonados no pueden recogerlos. Como el Cervantes. Llegan cuando la vida está despidiéndose y no hay manera de recibirlos en propia mano.

Cristina Peri Rossi la última escritora Premio Cervantes no ha podido  recoger su premio. “Estoy delicada de salud” le confesó a la prensa entre broncoespasmos y médicos. Lo hizo en su nombre la actriz Cecilia Roth.

 Pero hubo otros que tampoco pudieron, como Nicanor Parra, Premio Cervantes 2011, que no pudo cruzar el charco y por boca de su nieto nos dejó aquella perla: “los premios son como las Dulcineas del Toboso mientras más pensamos en ellas más lejanas, más sordas, más enigmáticas. Los premios son para los espíritus libres y para los amigos del jurado”.

 O como Francisco Brines  que recibió el premio de mano de los reyes en su casa de Oliva, en Valencia, al no poder desplazarse hasta Alcalá. Su estado de salud no se lo permitía.

Luego están los que acuden al paraninfo de la antigua complutense con orgullo de campeón, a pesar de dimes y diretes. El mexicano Fernando del Paso, Premio Cervantes 2015, nos contó que cruzó el charco a sus ochenta años desoyendo a los que le decían “pero hombre, así va usted a ir a España” y respondiéndoles ufano: “yo a España voy así, sea en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas”.

  Muchos llegan cansados de vivir, con su discurso en ristre que es toda una declaración de intenciones. Discursos que van al grano de la literatura. De la vida. Que tratan de esas cosas que siempre se quieren decir, pero que se dejan para el final. Un “ahora vais a oírme lo que siempre quise gritaros”. Un epitafio largo y literario escrito por el difunto en ciernes.

Juan Goytisolo, premio Cervantes 2014, lo hizo con un discurso que tituló “A la llana y sin rodeos” en el que nos recordó que “la verdadera obra maestra no tiene prisas, puede dormir durante décadas como La Regenta o durante siglos como La lozana andaluza”.

Y Joan Margarit, poeta bilingüe -en castellano y en catalán- que no pudo recibir el premio en abril de 2019  debido a la pandemia y lo recibió en Barcelona un año después. Lo hizo con un poema que tituló “En torno de Babel” en el que afirmó: “Es tan triste pensar que la lengua materna es nuestro propio mérito y que es una riqueza que haya miles de lenguas. Ahí es donde empezó o bien nuestro fracaso, o bien donde surgió en el lugar de los dioses alguna nueva inteligencia humana con la que he convivido ya más de ochenta años”.

 Como ven discursos que son el meollo de una vida literaria. Pepitas de oro entre tanta banalidad como nos rodea.

 Constato viendo el listado de los Premio Cervantes la corta distancia que separa el éxito del fracaso -si se entiende la muerte como el mayor fracaso-, el premio de la parca.

 Goytisolo y Fernando del Paso murieron a los tres años de recibir el premio, Joan Margarit a los dos y Brines al año siguiente.

 Es público y notorio que el Premio Cervantes está cada vez más valorado. Sobre todo entre los escritores que ya no tienen donde caerse muertos. Les ha servido a muchos para pagar su entierro.

“Gracias al Premio Cervantes podré pagar el alquiler” ha confesado Cristina Peri Rossi, y uno ya no sabe a qué alquiler se refiere.

 Se sabe de escritores, futuros Premio Cervantes, que llevan años en la sala de espera. Más que esperar que los reciban los reyes en Alcalá esperan que los reciba el médico en la consulta.

 Por eso, si usted tiene escritores que no soporta, plumillas a los que no puede ver ni en pintura, no les desee ningún mal, pobrecillos. Deséeles el Cervantes y luego siéntese en la puerta a ver pasar su cadáver.

 Y si quiere oír su testamento vital escuche el discurso de agradecimiento cuando reciben el premio. En él, como les dije, condensan su experiencia como escritores, como personas.

 Cristina Peri Rossi, por ejemplo, menciona en su discurso tres libros: el Diario de Ana Frank, La Madre de Gorki y Don quijote; tres escritoras que se suicidaron: Safo, Virginia Woolf y Alfonsina Storni; y tres canciones que cuando las oye, nos dice, “recupero una parte de la fe en el bien”: el Aria de Sansón y Dalila de Jessye Norman, Je suis malade de Lara Fabian y Algo contigo de Susana Rinaldi. Triadas que resumen el vivir de la escritora uruguaya. Su legado.



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