De excepcionalidades y sentencias

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(20/01/2023) Lo de arrojar piedras sobre el propio tejado siempre fue costumbre muy practicada aquí, en España. Una costumbre ancestral que tendría como primer lanzador a un cabreado neandertal ibero arrojando pedruscos contra la techumbre de su propia cueva.

 Hace pocos días me topé con una frase del escritor y académico de la RAE, Félix de Azúa, que me impresionó: “España es un país de fanáticos. Aquí la obediencia es ciega”.

 Sorprendido por la frase y recordando que había oído otras por el estilo me propuse profundizar en el asunto, meter en el buscador “España es un país de” (así, entrecomillado) y observar los resultados. Háganlo ustedes también y analicen las más de 500.000 entradas obtenidas. Dan para una tesis doctoral.

Hay respuestas para todos los gustos. Desde aquellos que la ven “llena de fanáticos” como Félix de Azúa, hasta los que la contemplan como “país de chorizos” (no precisamente alimenticios), “caciques”, “cobardes”, “puteros”, “tercera división” y otras lindezas por el estilo. Y esto solo en la primera página.

 Si pasan a la segunda, las cosas no mejoran: “país de corruptos”, “de extremos”, “de élites muy crueles”…, aunque aparecen estereotipos más neutros: “país de pymes”, “de bares”, “de vocación multilateral”, “de médicas que nunca llegan a jefas”, “de quesos”…

 Y en la tercera más de lo mismo: “un país de pandereta”, “de lluvias irregulares”, “de inclusión”, “de cantamañanas”, “de propietarios reincidentes”, etc. etc.

 Este secular derrotismo que impregna la garganta de tantos voceros patrios debe tener alguna causa, alguna razón  de ser que profundas sesiones de psicoanálisis deberían desvelar.

  Son sentencias breves y rotundas que no resistirían un debate serio. Generalizaciones que no se sostienen. Frases basadas en prejuicios, pero que imperan en los debates que se llevan a cabo en los medios de comunicación cuando tocan temas políticos, religiosos o sociales…

 Hago lo propio con “Francia es un país de” (por supuesto en francés, “La France est un pays de”)  y los resultados (traducidos) son otros: país “de raza blanca”, “de abundancia”, “de izquierda que vota a derecha”, “de tamaño medio”, “solidario y de crecimiento económico”, “de policías”, “perezoso”, “de osos cariñosos”, “de fiesta”, “de fuerte competencia”, “de deporte colectivo”…

 Tampoco encuentro términos ofensivos en las entradas de naciones como Argentina, Chile, México… Y menos si cambio España por Andalucía, Galicia, Euskadi, Cataluña…

 ¿Qué pasa con España?, ¿Por qué la visión de sus partes (Comunidades Autónomas) no se corresponde con la del conjunto?, ¿qué intereses ocultos llevan a visión tan negativa?

  Porque estas miradas, divulgadas por unos y por otros, lejos de ser neutras terminan haciéndonos creer en la excepcionalidad de España como país. En que somos unos bichos raros, vaya.

 El autor teatral Juan Mayorga, académico y reciente premio Princesa de Asturias de las letras, confesaba sobre este punto “siento decepcionar pero a mí no me duele España” y añadía “Hace poco escuché de nuevo el poema de Gil de Biedma, ese de que España tiene la historia más triste porque siempre acaba mal, y no lo comparto. No creo en la excepcionalidad de España”.

  Habría que estudiar las razones de por qué determinadas frases permanecen en el imaginario colectivo y otras no. Por qué ha permanecido el “me duele España” de Unamuno y no otras frases rotundas como la que escribió en su novela Niebla allá por 1914 “Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio…”. Por qué permanece la frase de Gil de Biedma “España tiene la historia más triste…” y no otras que pronunció. ¿Será porque entre nosotros siempre vendió más lo negativo?

 En estos pensamientos andaba cuando me cogió por sorpresa un anuncio televisivo del Ministerio de Agricultura que promocionaba nuestros productos y que afirmaba por boca del chef José Andrés: “… desde el primer día, nadie dudó de que venía del país más rico del mundo. Alimentos de España, el país más rico del mundo”.

 El anuncio, que no deja de ser otra sentencia, me pareció un rara avis en el panorama derrotista que está presente entre nosotros desde los tiempos de Maricastaña.

 Joaquín Bartrina ya dijo hace dos siglos aquello de “Y si habla mal de España…es español”.

  Una sentencia muy divulgada y muy conocida, pero que muchos no compartimos. Porque las sentencias, como dijo Julio Caro Baroja. solo son buenas para los calendarios y los almanaques.



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