Borgiano, kafkiano, benaventino
(20/01/2025) El año pasado se cumplieron setenta años de la muerte del Premio Nobel de Literatura, el español Jacinto Benavente, y, que yo sepa, fueron pocos los que se enteraron del asunto, como si estuviéramos tan sobrados de premios Nobel que ya ni nos acordáramos de los escasos nombres que han alcanzado tan prestigioso galardón. Claro que, por no acordarnos, tampoco nos acordamos en el 2022, centenario de la concesión de aquel Nobel.
Como nos olvidamos también -¡qué flaca es la memoria!- de otro gran escritor que había nacido doscientos años atrás, en 1824, y que escribió una obra, Pepita Jiménez, que fue traducida a diez lenguas y que además de haber sido llevada al cine, al teatro y a la televisión, se convirtió en una ópera gracias al talento de uno de nuestros mejores músicos: Isaac Albéniz. Me estoy refiriendo a Juan Valera que nació en Cabra (Córdoba) y que además de escritor fue diplomático y político.
Alguien dirá que son tantas las efemérides que acumula cualquier año que es difícil recordarlas todas. Y reforzará su argumento añadiendo que, el año que nos dejó, fue el centenario de la muerte de dos grandes de la literatura: Franz Kafka y Joseph Conrad; aparte del bicentenario del fallecimiento de Lord Byron (si nos referimos solo a grandes escritores), y que no hay calendario que soporte tanta efeméride. Y algo de razón tiene, pero viendo la propaganda que suelen dar en otras latitudes a sus glorias patrias, bien está que nos acordemos de las nuestras alguna que otra vez.
Setenta años han pasado desde la muerte de Jacinto Benavente que fue, además de dramaturgo, director, guionista y productor de cine español, y que bien habría merecido algún homenaje institucional, aparte del que le dieron los vecinos de Galapagar que se acercaron a su tumba el 14 de julio, fecha de su fallecimiento, para leer fragmentos de su obra, que esa y no otra es la mejor manera de honrar la memoria de un escritor. Leer o cantar su obra como hizo Mabel González, “Lady Blues”, que interpretó unas romanzas de zarzuela, escritas por Benavente.
El autor de Los intereses creados fue tertuliano, bohemio, empresario de circo, renovador teatral,
articulista, diputado, conferenciante, actor y crítico teatral, hijo adoptivo de Nueva York, miembro de la RAE (1912), director de cine (La madona de las Rosas, 1919), cofundador y presidente de honor de la productora CEA (Cinematografía Española Americana), Premio Nobel de Literatura (1922) …pero sobre todo fue autor de más de ciento cincuenta obras de teatro, entre las que habría que destacar Señora ama y La malquerida, junto a la ya aludida Los intereses creados.
Obra tan copiosa que bien merecía un Nobel, con el permiso de Lope de Vega Carpio que, según cuentan por ahí, escribió más de mil obras de teatro. Que ya son obras.
Ingente obra la que nos legó don Jacinto y que ha estado sujeta por derechos de autor hasta este 2025 que estrenamos. Año este, por lo tanto, en el que la obra de Jacinto Benavente entrará en dominio público, aquí, en la Argentina y en aquello países que establecen un plazo de setenta años desde la muerte de cualquier autor para “liberar” sus obras. Setenta años desde la muerte de don Jacinto y de la escritora francesa Sidonie-Gabrielle más conocida por Colette, madre del personaje de Claudine y uno de los “genios femeninos “del siglo pasado, que bien merecen aires liberadores en su obra para que todo el mundo se entere.
Como se enteró don Jacinto de la concesión del Nobel cuando se encontraba en Argentina en una de tantas giras que hizo por América. Luego, ya se sabe, como ocurrió con José Echegaray el premio fue recibido con polémica y el mundo de las letras le dio la espalda. Algo que no debería extrañarnos en esta España nuestra en la que se sobrevalora tanto lo de fuera como se minusvalora lo de dentro.
Como si ya presintiera algo, don Jacinto, que siempre valoró la independencia de criterio, se negó a firmar la protesta contra la concesión del Premio Nobel a José Echegaray en 1905. Protesta en la que participaron escritores como Miguel de Unamuno, Rubén Darío, Azorín, Ramiro de Maeztu, Pío Baroja, Ramón del Valle-Inclán y los hermanos Machado.
Si son pocos los que han logrado pasar a la historia de la literatura por la concesión de un Nobel, menos son los que pueden presumir de haberse ganado un adjetivo en el Diccionario de la lengua española. Entre ellos no estará Borges que, aunque sí tiene el adjetivo, borgiano, no llegó a ganar el Nobel (a pesar de sus merecimientos); ni tampoco Kafka, también con un adjetivo en nuestro diccionario, kafkiano, pero igualmente huérfano del Nobel. Pero sí está don Jacinto Benavente que puede presumir de ambos galardones, del premio Nobel y del adjetivo benaventino.
Ayer, yo mismo, vi en el Teatro Calderón de esta ciudad contada una comedia muy benaventina.