Amistad, escaso tesoro

amistad

(30/06/2022) Cada día pienso más en la amistad. Y cada día soy más escéptico. Hablo de la amistad sin adjetivos -lo de “amistad verdadera” es una redundancia- esa que vocean los cantautores y riman los poetas  Pero soy escéptico, repito. Cada vez más.

  Una conocida universidad americana se propuso medir el grado de amistad atendiendo a una variable: cuantificar las veces que el presunto amigo se interesa por la vida del otro.

 Los datos resultaron desalentadores. La mayoría solo se ocupan del otro cuando está enfermo o a punto de palmarla, pasando de largo cuando lleva a cabo actividades más gratificantes o dichosas.

  Esos “amigos”, decía el estudio, apenas se interesan por el otro, por preguntarle por sus cuadros si pinta, por sus sellos si colecciona, por sus libros si lee, por sus platos si cocina, por sus éxitos si triunfa…

  Lejos de eso se dedican a hablar sobre su vida y en caso de preguntar al otro por la suya lo hacen para saber cómo va su herida o si se murió el pariente.

  Interesarse por la vida del otro, por lo que hace o deja de hacer, es asignatura pendiente en nuestro tiempo. También entre amigos.

-Desde que me jubilé nadie me pregunta por lo que hago. Piensan que no hago nada, cuando es ahora cuando más actividades tengo -me reprocha un amigo mientras escuchamos al Puma cantar eso de “los amigos, así, como tú, como yo, de toda la vida, pocas veces se ven, como tú, como yo, y nunca se olvidan”

 Tomo la indirecta. Mi amigo viaja, pinta, cocina, lee y le encanta el rock. Y sin embargo yo solo le pregunto por los nietos. Vergüenza.

 Hoy día se manosea el concepto de amistad. Está en boca de todos. Se nos llena la boca hablando sobre los amigos. Pero es una amistad superficial. Que no va al grano de la vida del otro.

 Porque amigo es aquel que sufre con tus dolores, sí, y lleva mal tus fracasos, también, pero que, sobre todo, disfruta con tus éxitos y con tus dichas como si fueran propios. Haciéndolos propios.

 Frank Bascombe, un personaje de “El periodista deportivo”, novela de Richard Ford, dice que “la medida real de la amistad es la cantidad de tiempo que uno desperdicia con las desgracias y calamidades del otro”.

  Pero no estoy de acuerdo. O no lo estoy del todo. Habría que añadir a ese tiempo desperdiciado con las desgracias el que deberíamos también desperdiciar con las alegrías, con las dichas, con la felicidad del amigo.

 El gran Antonio Escohotado, que nos dejó hace pocas fechas, hablaba de tres niveles de amistad: la basada en la conveniencia -el nivel más bajo-, la que se basa en la afinidad -alguien afín a tus gustos, a tu forma de pensar- y la que se basa en la excelencia, en ver que el otro es un ser excelente que te influye y que se deja influir por tu excelencia.

 Estarás conmigo, añorado Antonio, que hoy la amistad es un malentendido que se basa en los dos primeros niveles: en la simple conveniencia (por el interés te quiero Andrés) o en la mera simpatía con los que son afines a nuestros gustos, a nuestra forma de ver el mundo.

 De ahí mi escepticismo cuando me llegan vídeos de amigos con el Puma cantando:

“los amigos, así, como tú, como yo, de toda la vida, pocas veces se ven, como tú, como yo, y nunca se olvidan. Hoy regreso hasta aquí y sin querer me cruzo contigo, me da gusto decirlo, en esta tierra vive un amigo”.

  “Amigo en la adversidad, amigo de verdad” dice el refrán. Y vuelvo a estar en desacuerdo por lo que más arriba les dije. Amigo en la adversidad, sí, y en la dicha, también. Amigo en las duras y en las maduras.

 Dicen los habituales de las redes que tienen muchos amigos. Tantos como personas dan “me gusta” a sus entradas. Ignoran la sabiduría milenaria de sus abuelos que sentenciaban aquello de “amigo de muchos, amigo de ninguno” y que “amigo leal y franco, mirlo blanco”.

 Hay una tendencia a extender la palabra amigo a lo que solamente son conocidos. Y así nos va.

“Busco a un hombre”, respondió Diógenes a la diosa Flora, mientras escudriñaba el bosque con su linterna. Si el filósofo se internara en el bosque digital de nuestro tiempo, su respuesta tal vez fuera otra “Busco a un amigo”.



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