Posible desproporción de la pena

(20/12/2008) Pues mira por donde hoy que tenía pensado hacer un artículo sobre la crisis económica, tan de actualidad ella, voy y lo hago por un tema – basado en un hecho que ha tenido una gran resonancia mediática- que si no es tan global como el económico, al menos me toca más de cerca. Así que allá voy.
Como tengo lectores fieles en otras partes del mundo y el hecho en cuestión ha ocurrido en España donde ha llenado y sigue llenando muchas páginas de periódicos, me permito hacer un breve resumen del objeto de mi comentario en el día de hoy. Los hechos en cuestión sucedieron así: El 6 de octubre del 2006 una madre manda a su hijo hacer los deberes. El muchacho –de carácter difícil y desobediente, según reconocería más tarde la juez- tras desobedecer a su progenitora le arroja una zapatilla y se esconde en el cuarto de  baño. Cuando la madre tras múltiples esfuerzos logra abrir la puerta, le agarra por el cuello y le propina una bofetada al mozalbete -10 añitos, la criatura- con tan mala suerte que el muchacho estrella su nariz contra el lavabo y vuelve al colegio con los hematomas propios de la refriega. Un profesor ve los restos de la hemorragia y lo envía al centro de salud más cercano donde una doctora cumplimenta un parte de lesiones por maltrato que termina en el juzgado. Dos años después. el 24 de noviembre del 2008, se celebra el juicio y la madre es condenada a 45 días de cárcel y a una orden de alejamiento no inferior a 500 metros y por un periodo de un año.
No voy a entrar en detalles ni en valoraciones sobre si el profesor actuó de una forma un tanto pusilánime y precipitada, ni sobre si la señora médica pecó de exceso de escrúpulos en el cumplimiento de su deber. Tampoco en el rigor justiciero y para muchos padres desmedidos de la señora juez. No. Todos ellos son, a mi entender, fruto de una concepción de la infancia basada, a mi entender, en un proteccionismo excesivo que impregna a la sociedad en su conjunto y que habría que plantearse en su justa medida.
La falta de autoridad de muchos padres sobre sus retoños es un hecho que se constata día a día y la falta de respeto -con conductas agresivas incluidas- de niños y adolescente hacia padres y maestros llevan años escandalizando al estamento educativo.
Por ello lo que sorprende del caso más arriba referido, no es tanto su desmesura como su rareza pues en los tiempos que corren pocos padres llegan a tomar las medidas educadoras que pone en marcha la madre del muchacho. La inhibición y el mirar hacia otro lado son las conductas más frecuentes.
También sorprende, puestos a sorprender, la excesiva y exclusiva fijación por parte de un sector de población en lo que podríamos llamar maltrato físico como si esa forma de mal-trato fuera la única posible y la única que debe llegar a los tribunales. Porque ¿dónde se refleja el mal-trato por inhibición educadora?, ¿dónde el mal-trato por ausencia de límites a comportamientos nocivos de los muchachos?, ¿dónde el mal-trato por una permisividad excesiva?, ¿dónde el mal-trato por la ausencia física de muchos padres en el mundo del niño debido a horarios que no permiten compaginar vida familiar y laboral?
¿O es que pensamos que todo lo anterior no es otra forma de mal-trato? Lo es. ¡Vaya si lo es! Y este mal-trato es mucho más frecuente en nuestras opulentas sociedades que el relatado más arriba y al que se puede considerar un caso excepcional, un hecho puntual y accidental.
Y si consideramos lo anterior ¿por qué no considerar que la magistrado favorece     – inconscientemente espero- ese mal-trato al alejar al niño de su madre que es el principal agente educativo –incluso con sus excesos- para quien se considera “difícil y desobediente”? ¿Se ha valorado en su justa medida las consecuencias que la medida judicial apuntada puede tener para el menor? ¿Está ese menor preparado para prescindir de la presencia materna? ¿Está cualquier menor preparado para enfrentarse a la discrepancia educativa que se da entre sus padres y cualquier otra forma de autoridad? ¿No deberíamos padres, profesores y sociedad en general compartir unos mismos valores de cara a nuestros hijos y unas mismas pautas disciplinarias?
Una madre se quejaba recientemente de la tiranía que ejercía su hijo sobre ella a nivel económico. “Me pide y me amenaza con pegarme si no le doy dinero para comprar una moto…¡A mí!, ¡a mí! que nunca le negué nada…”..
Ahí, ahí radica el problema, señora. Usted hizo demasiadas concesiones en la tierna infancia de su niño y la negativa a sus muchos caprichos -por otra parte lógicos en la niñez- estuvieron ausentes de su manual educador. Seguramente hasta presumió de ello. “A mi niño que no le falte de nada que bastantes carencias tuve yo en la infancia”.
En cualquier caso y volviendo al tema que nos ocupa ¿puede ser considerado maltrato, un hecho puntual, y subrayo lo de puntual,  como es el dar “una bofetada” a un hijo aunque como consecuencia de ella se hayan producido determinadas lesiones? ¿Qué habría ocurrido si no hubieran existido esas lesiones?, ¿es maltrato una bofetada sin más o es un castigo desmedido al que muchos padres recurren para frenar berrinches y hasta agresiones de sus hijos?
Como diría William Shakespeare “algo huele a podrido en Dinamarca”, algo no funciona en una sociedad que cuenta con mecanismos judiciales que van en contra del sentido común.
Mientras, ante tanto despropósito algo de racionalidad: el fiscal jefe del caso ha anunciado que se puede conceder un indulto parcial a la madre para corregir una “POSIBLE DESPROPORCIÓN DE LA PENA”.



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