Mayo eterno

mayo

(30/05/2018) Se va mayo…

Se va mayo, mes de flores y alergias, y en la cuneta del tiempo nos deja dos muertos de postín literario, dos cadáveres exquisitos: Tom Wolfe y Philip Roth.

Tom Wolfe, el dandy rubio y relamido a lo Trump, con chaleco, bastón y una flor  en el ojal de su solapa. Tom Wolfe, admirador de Dickens y Balzac, crítico con el arte contemporáneo y cronista de la vida americana.

Uno, que peca de imaginación calenturienta, se lo imagina de blanco inmaculado saliendo de una biblioteca neoyorquina donde esta primavera regalan una semilla a todo aquel que se atreva a retirar un libro de sus estanterías (¡qué mayor atrevimiento hoy día que enfrentarse a un libro!, ¡qué mayor revolución!).

 Y en esa loca carrera a la ficción uno se imagina a Wolfe, eterno “enfant terrible” y polemista deslenguado, desdeñando la semilla y yendo directamente a la rosa o al clavel en la solapa, mientras clama contra los nuevos intelectuales, contra esos “tipos permanentemente airados que saben mucho de un asunto y opinan sobre todo los demás”.

 Porque mayo es mes de flores y de vida, de semilla, polen y alergias, igual que noviembre es  mes de hojas muertas, caducidad y cementerios.

“La vejez no es una batalla. La vejez es una masacre”, dejó escrito Philip Roth que bebió la vida a grandes tragos y lo ganó todo menos el Nobel.

 Se va mayo con las flores henchidas y procaces esperando todas las fecundaciones, todas las simientes y se nos quedan en el camino dos grandes narradores que no se enteraron, ¡ay!, que mayo no es mes para morir, sino para resurrecciones y sexo.

“El sexo es la única venganza contra la muerte” dijo también Philip Roth que de eso sabía mucho y escribió para demostrarlo “El teatro de Sabbath” y “El mal de Portnoy”, pero que fue a morirse cuando no tocaba, en el mes del sexo tórrido y vegetal, en el mes de las flores.

Se va mayo y nos enteramos que Fred Vargas, la escritora francesa que se niega a firmar autógrafos, con su novela negra tan alejada de mayos y de flores, gana el Príncipe de Asturias. Porque en literatura el “malditismo” vende y las “flores del mal” baudelerianas son las más cotizadas en el mercado de los letraheridos.

 Se va mayo, tan dado a revoluciones y revueltas, que enarboló la flor ante los tanques en la primavera de Praga y que ha llevado a Luis Zuloaga a escribir Las flores y los tanques. Un regreso a la primavera de Praga.

 Mayo eterno, envidioso de abril, de sus revoluciones y revueltas: los comuneros aquí en Castilla, la revolución de los claveles, allá en Portugal…

 Porque como dijo Waldo Emerson la tierra se ríe en las flores -y se aburre sin las revoluciones, añado yo- y más ahora cuando estamos para tan pocas alegrías, sumidos en el aburrimiento existencial y esperando que algo estalle para sentirnos vivos. Porque cincuenta años sin revueltas ni asonadas son muchos años y todos esperan que pase algo.

 Se va mayo cansado de recordar lo que le ocurrió en el 68 y demostrando a estudiantes y obreros que bajo los adoquines de la urbe nunca estuvo la playa sino la eterna primavera: la que procura la diosa Deméter extendiendo su manto floral cada mayo, dichosa al fin de haber recuperado a su adorada hija, a Perséfone, perdida y secuestrada por Hades durante todo un invierno.

“La muerte es el último viaje. El más largo y el mejor”, escribió Tom Wolfe, el autor de La hoguera de las vanidades y de Elegidos para la gloria, el primero en recibir un millón de dólares como anticipo a escribir Todo un hombre y que se nos ha ido en este mayo tormentoso y memorialista.

 Se va mayo,  “días de mayo, días amargos, los panes cortos y los días largos”, dejándonos en el paladar el regusto del tiempo que se fue y siempre vuelve, el regreso de todas las revueltas, de todos los mayos que nacen en la sangre renovada, en el grito del “prohibido prohibir”, en la naturaleza que vuelve y resucita, porque el cambio es lo esencial y lo estático no existe como dejó escrito Teilhard de Chardin, el filósofo francés que buscó como tantos la fórmula definitiva que aclarase tanto sinsentido, tanta angustia, tanto aburrimiento…

 Se va mayo…



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