Malandrines

malandrines

(20/05/2021) Ahora que “al tsunami de anglicismos lo vamos poniendo en su sitio” -en palabras del profesor Jesús Castañón que acaba de publicar, junto con Félix Rodríguez González, un Diccionario de anglicismos del deporte-, uno se queda más tranquilo pensando que sus temores sobre la invasión inglesa al idioma de Cervantes no eran para tanto. ¿O sí?

 Un libro de 358 páginas y 2100 entradas de términos ingleses que se usan tan solo en deporte (subráyense las cuatro últimas palabras) no son motivo de preocupación, le tranquiliza el profesor Castañón al alarmado quijote, defensor del castellano, que no sabe cómo luchar contra tantos malandrines como le acosan.

-Vea, mi señor, que quienes cree ser gigantes de descomunales brazos son tan solo un pequeño tsunami que nos ha llegado desde London.

-¿Por qué dices London, amigo Sancho, si siempre fue Londres el nombre de aquella villa que baña el Támesis? ¿Es que algún tipo de calentura coloniza tu frente o tal vez sufres de tercianas?

-Digo London, mi amo, por la costumbre que hay ahora en el reino de decir Girona, Bilbo, A Coruña, Lleida,…que es como lo hablan los naturales de aquellas tierras, y lo hablan bien, pero que en la nuestra siempre fueron Gerona, Bilbao, La Coruña y Lérida.

-Que ellos lo hablen así amigo Sancho no es motivo para que tú no lo pronuncies y escribas en la lengua de Castilla. Porque el castellano, Sancho, es hermosa lengua y tiene palabras suficientes para nombrar a esas y otras bellas poblaciones que llenan nuestra España.

-No quisiera, señor don Quijote, hacer de estas minucias cuestión de gabinete. Allá cada cual con sus maneras y sus manías y que hable cada hijo de vecino como le venga en gana…

 Pero el caballero de la triste figura ni cree que tales cuestiones sean minucias ni está dispuesto a dar el brazo a torcer en semejante trance. Piensa que los embaucadores que pueblan el reino le siguen engañando para que desista de su oficio de desfacedor de entuertos.

-No amigo Sancho. La libertad no ha de confundirse con el atropello y ha de vestirse siempre con el ropaje del respeto. Recuerda cómo anoche, en la venta, los cómicos de la pantalla nos hablaban en un lenguaje ajeno al cristiano con comedias que llamaban The Dancer, This is opera, The Middle, el zapping de sulferos, First dates, Love is in the air,… De modo Sancho que no entendí nada de lo que aquellos figurantes decían.

 Sancho se quita la boina y se rasca la testa. Reconoce que algo de razón tiene su amo y que él tampoco entendió muchas de lo que allí se dijo, pero que al decirlas personas tan importantes y tan compuestas deberían ser ciertas.

 -No piense, vuestra merced, en esas cosas y emprendamos el camino que nos lleva a Barcelona.

-Oh, amigo Sancho cuántas ganas tengo en llegar a aquella espléndida urbe, pues Barcelona siempre fue “archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades”.

-Todo eso es cierto, señor, pero en los tiempos que corren habréis de tener cuidado pues dicen que allí han hecho casa y oficio alguna gente sectaria que considera no ser de su tierra quienes hablan o escriben el idioma de nuestro creador, don Miguel de Cervantes, y que los afean y tienen en nada, recomendándoles se vengan a estas tierras de Castilla.

-Siempre hubo gente ruin y bastarda en el reino, Sancho. Gente que no entiende que las lenguas están para unir y no para separar, para entenderse y no para ignorarse, para acercarse y no para alejarse, para aumentar los saberes que quiso darnos el cielo y no para caer en la simplicidad de las bestias…Ojalá, amigo Sancho supiera yo todas las lenguas del mundo y pudiera deshacer entuertos y socorrer a huérfanos y viudas que hablan otras lenguas.

-Lejos de mí, señor don Quijote, querer seguir hurgando en la herida o meterme en camisas de once varas, pero esos malandrines que decís son poderosos.

-El poder y la necedad a veces están unidos, amigo Sancho.  Porque ¿cómo negar la catalanidad a quienes escribieron y escriben en la lengua de Castilla? ¿Cómo olvidar a Enrique de Villena, Juan Boscán, Estefanía de Requesens, Luis de Zúñiga, Antonio de Capmany o el gran Balmes, todos ellos catalanes que escribieron en castellano?  Porque has de saber Sancho que quien ama una lengua ama todas las lenguas. Y que para defenderlas no valen pasiones ni calenturas sino usarlas como conviene, pues las lenguas son inocentes y no necesitan defensas ni prótesis en su andadura.

-Creo mi amo que no hay razón sin palabras y que lo primero que habría que hacer es bajarse al habla y al buen entendimiento a ser posible en taberna que se adorne con una jarra de vino de Alaejos y un buen plato de torreznos.

-Sancho, Sancho, no te alejes del tema ni refugies tus penas en los mesones. Recuerda siempre que las lenguas son inocentes y que los culpables son los malos gobernantes que las utilizan para dividir o para conseguir fines aviesos y bastardos llevando a sus pueblos al enfrentamiento y a la ruina.



Los comentarios están cerrados.