Los estúpidos y la historia

estupidez

(10/11/2017) Hace tres años publiqué en mi cuaderno de bitácora un artículo que llevaba por título Evolución y estupidez en el que destacaba que la historia, lejos de lo que cree la mayoría, no la hacen las grandes ideas, ni los hechos heroicos, ni los hombres más inteligentes, ni los más dotados, sino los estúpidos, esos seres anodinos de los que, como diría Carlo Maria Cipolla en su famoso libro Allegro ma non troppo, subestimamos la cantidad y además tienen una gran capacidad para hacer daño convirtiéndose en los seres más peligrosos del mundo.

Miren ustedes a su alrededor, Cataluña incluida, y vean si es o no cierto lo que les digo.

En el citado artículo me permití la arrogancia de corregir a Ian Morris, historiador británico, que en su publicación ¿Por qué manda Occidente…por ahora? Aseguraba que la historia la hacía “la gente perezosa cobarde y codiciosa que busca maneras más fáciles rentables y seguras de hacer las cosas”. Sí, pero no.

 A los perezosos, cobardes y codiciosos habría que añadir a los estúpidos, señor Ian, a esos mentecatos graduados en estulticia como cualidad independiente de cualquier otra y sin que pueda asociarse a la educación, clase social o dinero.

El neurocientífico Deann Burnett, acaba de publicar El cerebro idiota donde defiende que las personas inteligentes tienden a minusvalorarse, a ser inseguras y dubitativas (él lo llama síndrome del impostor) al contrario de los estúpidos que siempre se creen los más listos de la clase y manifiestan una seguridad y un aplomo inversamente proporcionales a sus capacidades reales. Cuanto más necios, más osados.

 Lo malo de todo esto es que ese aplomo, esa mayor seguridad en sí mismo, esa locuacidad engatusadora que tienen los estúpidos alcanzan cotas de mayor credibilidad cuando se dirigen a cualquier público, listos o necios, aunque su discurso se base en mentiras o, como se dice ahora, en postverdades.

 Más que de la banalización del mal, término acuñado por Hannah Arendt, habría que hablar de la estupidez del mal. A los hombres grises que simplemente cumplían órdenes, habría que añadirles un grado de estupidez que los convirtió en los hombres más peligrosos del mundo y en los mayores asesinos de la historia.

 El problema es que entonces y ahora se subestima la gran capacidad que tienen los estúpidos para hacer daño, para sembrar el odio, para dividir.

 Los manuales de historia deberían resaltar la estupidez que han esgrimido en sus actos los grandes personajes de la historia. De esta forma quienes tienen como objetivo vital hacer historia -“estamos haciendo historia” dicen los muy necios cuando sueltan cualquier pedorreta-, comprobarían que están siendo grandes estúpidos, tan grandes como quienes les precedieron.

 Lo dijo Einstein: “hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”, lo mantuvo Quevedo: “todos los que parecen estúpidos lo son y además lo son la mitad de los que no lo parecen” y lo corroboró James Watson: “la principal fuerza que mueve el mundo es la estupidez…enfermedad genética que debería curarse”, pero nosotros seguimos sin enterarnos de nada mientras vemos crecer la estupidez en las escuelas, en las calles y en los despachos.

 Yo, ya les avisé hace tres años: “Cuando un pueblo, país, nación, comunidad o como quiera usted llamarlo funciona razonablemente, viene algún iluminado y esgrimiendo el arma de su arrogante estupidez hace que todo se vaya al garete. Por eso aniquilar la estupidez es algo que debería incluirse en la programación de la enseñanza primaria por concernirnos a todos, sobre todo si pensamos que la estupidez vuelve estúpidos a quienes se tropiezan con ella”.

 Hace tres años que lo dije y desde entonces ha llovido mucho en esa querida tierra llamada Cataluña que, en nuestra niñez, nos hizo querer ser tan altos como la luna, cuando cantábamos aquello de “quisiera ser tan alto como la luna/ ¡ay!, ¡ay! como la luna, como la luna/ para ver los soldados de Cataluña/ ¡ay!, ¡ay! de Cataluña, de Cataluña/”. Pero en vez de soldados vemos una estupidez de dimensiones siderales. Y así nos va.

Dicen que en los hospitales catalanes han aumentado los ingresos por insomnio, ansiedad y depresión. Y que la cosa no tiene de momento cura.

Ya les dije que los estúpidos son, además de necios, muy, pero que muy peligrosos.



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