La fuga de Casanova

fuga

(30/03/2018) Son como una versión moderna, digital y tecnológica de aquel juego al que tanto jugamos en nuestra infancia: “El escondite”.

 Hablo de los “juegos de escape”, esos juegos que te llevan a resolver un problema mediante indicios, claves, acertijos y pistas (incluyendo pistas falsas) que vas encontrando en distintas salas y que te conducen poco a poco a la solución final, a la salida.

-Giacomo Casanova, el veneciano que ha pasado a la historia como mujeriego y escritor, fue también un importante espía y estuvo aquí, en Madrid, -nos asesora la monitora mientras nos indica las estrategias que tendremos que llevar a cabo para resolver las dificultades.

Junto a nosotros otras familias -un entrañable revoltijo de abuelos, padres e hijos- escuchan a otros monitores que les indican en qué consiste la búsqueda que van a iniciar.

-Casanova entregó unos papeles secretos a una joven mientras estuvo aquí, en Madrid. Vuestra misión será encontrar dichos documentos. Solo así podréis salir de la sala antes de que llegue la policía. Tenéis una hora para resolverlo.

 Pero el “escape room” tiene poco que ver con aquel juego de nuestra infancia que indiqué más arriba. Para empezar en “el escondite” uno de  nosotros tenía que encontrar al resto, escondido en los lugares más recónditos, mientras que en “el escape” todos los jugadores procuran buscar un objeto, llave o clave igualmente oculta. Allí éramos niños jugando con niños mientras que aquí son adultos (grupos de amigos, familias) quienes se aventuran en el juego. Allí solo contábamos con nuestros sentidos para atrapar a los escondidos, mientras que aquí son fundamentales el razonamiento y la creatividad para desvelar las distintas pruebas.

 Me llamó la atención que casi todos los jugadores que esperaban su turno, o los que estaban siendo asesorados sobre las características del juego, eran grupos familiares, como les dije, y concluí que era una bonita manera de pasar un rato entretenido en el que el juego, sin duda, estrechaba, a su manera, los lazos familiares. “La familia que juega unida, permanece unida” pensaba mientras la monitora seguía explicándonos el juego.

-Os toparéis con distintos tipos de candados que tendréis que abrir. Cuando estéis perdidos y no sepáis qué camino tomar, podéis pedir ayuda. Pero debéis hacerlo cuando todos estéis de acuerdo. Si uno de vosotros no quiere ayuda, no se le dará a ninguno.

Tras una intensa colaboración en la que resolvimos rompecabezas, abrimos todo tipo de candados mediante distintos códigos y encontramos los documentos y la llave que nos permitía escapar de la sala antes de que se agotara el tiempo concedido, abandonamos el lugar satisfechos por la resolución del caso y con nuestra autoestima en alza.

 Aunque se nota la brecha digital y las generaciones más jóvenes se mueven mejor que los adultos en este tipo de juegos, la colaboración y el trabajo en equipo resultan ser la mejor herramienta para enfrentarse a los problemas.

 -Habéis resuelto en su tiempo “la fuga de Casanova” y como premio os regalo este llavero  -nos dice la monitora cuando envueltos en una euforia infantil presumimos de nuestras destrezas.

 El llavero tiene varias inscripciones, pero hay una que me llama la atención: “Mi mente es la llave que me libera”, frase que pronunció aquel genio del escapismo que fue Harry Houdini.

 Luego, ya en casa, me entrego a los buscadores de internet con tres palabras: “Casanova-en-Madrid”.

 Y compruebo que el veneciano estuvo en Madrid en 1767, que fue amigo de Pablo de Olavide -aquel político a quien Voltaire definió como “el español que sabe pensar”-, que se alojó en una fonda situada en la calle de la Cruz, hoy desaparecida, pero donde hay una inscripción que lo recuerda, que el fandango le pareció el baile de la seducción, y que, haciendo honor a su fama, se enamoró de una joven española conocida como “la dama duende” que vivía en la calle del Rosal, donde también se hallaba una casa de arrecogías conocida como la “Casa del Pecado Mortal”.

 Al igual que en Venecia donde visitó los calabozos del Palacio Ducal, en Madrid también conoció las cárceles de la Villa, pero Casanova siempre se mostró un experto en escapismo (gracias a sus destrezas, a su dinero o a sus contactos con el poder).

“La fuga de Casanova”, un juego de escape para aprender historia.



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