Genios y malditos

baudelaire

(20/04/2021) Muchos biógrafos se han dedicado a estudiar la correspondencia que parece darse (y subrayo lo de parece) entre la genialidad de los grandes creadores y el infortunio vital que padecieron, entendiendo por infortunio vital una infancia desgraciada, una adolescencia rebelde y bohemia y una vida adulta refugiada en el alcohol y las drogas.

  El bicentenario del nacimiento de Charles Baudelaire vuelve a poner sobre el tapete la correspondencia aludida, la urdimbre entre su obra y su vida.

 Huérfano de padre a los cinco años y arrojado por la madre a un internado, el autor de Las flores del mal terminó entregándose al opio y a la absenta para convertirse en uno de los primeros malditos de la literatura junto con Gerard de Nerval y Arthur Rimbaud, entre otros.

 Pero, ¿hay verdaderamente un vínculo entre desgracia y genialidad?

 La literatura está llena de autores que parecen confirmar en su vida dicha correlación.

 Si la ciudad literaria de los escritores es la infancia, como diría Rilke, lo ocurrido en esta etapa de la vida parece marcar como el fuego lo vivido en ella.

 Juan Rulfo el genial escritor mejicano autor de Pedro Páramo pasó como Baudelaire parte de su infancia en un orfanato, algo que, como no podía ser de otra manera, le marcó: “Vi envejecer mi infancia en un orfanato”, llegó a decir.

 Patricia Highsmith la escritora que reivindicó “la seducción del mal” y creó un universo literario donde señorean la mentira, la culpa y el crimen, fue una niña no deseada. Su madre llegó a beber aguarrás durante el embarazo intentando provocarse un aborto, algo que nunca llegó a superar la autora de Extraños en un tren.

 Richard Brautigan autor de La pesca de la trucha en América, obra extraña para cualquier lector y considerada representante de la anticultura norteamericana y del anticanon literario, además de no ser reconocido por su padre tuvo que soportar la convivencia con varios padrastros y acudir a las ayudas públicas para no morir de hambre. Terminó disparándose con una magnum 44 en la azotea de su casa donde fue encontrado casi dos meses después.

  Y podríamos continuar con Charles Bukowski, Charles Dickens y tantos otros marcados por una infancia  tortuosa, más o menos desgraciada.

 Que la infancia es una etapa clave en la vida del hombre hoy nadie lo discute. En ella aprendemos a refugiarnos de nuestras fantasías y más cuando ocurren hechos terribles que nos impulsan a desarrollar una peculiar relación con el mundo, pero asumido lo anterior ¿podemos achacar la genialidad de Virginia Wolf al hecho de que sufriera abusos sexuales en su infancia por parte de sus hermanastros?, ¿podemos achacar la genialidad de Mozart a la dura infancia a la que le sometió su padre?

 Responder afirmativamente a esas cuestiones obliga a aislar al individuo de otras variables que influyen en su devenir vital, es olvidarnos de la clase social en la que nace, de la historia de la colectividad a la que pertenece, de la herencia que marca su ADN, de las costumbres y los pequeños acontecimientos que han conformado su genio, etc. etc.

 Acudo a los buscadores de Internet en busca de alguna respuesta que aporte luz a la cuestión planteada e introduzco tres palabras genio infancia desgraciada y compruebo que el buscador me da casi 400.000 entradas. Hago lo propio con genio infancia feliz y ante mi sorpresa compruebo que las entradas son de casi cuatro millones…¡Diez veces más!

 Aunque estos datos no son extrapolables a ninguna investigación medianamente seria, termino sacando dos conclusiones: que las variables que intervienen en el hecho creativo (característica de la personalidad del genio) son múltiples y variadas y que el malditismo en el arte (y la vida maldita de sus protagonistas) vende más que la vida feliz de los artistas.

 Ya lo dijo León Tostói en su famosa obra Ana Karenina “todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”, que es tanto como decir que la “desgracia” da más juego, es más literaria y vende más que la “felicidad”.

  También Jeanette metió el dedo en la llaga cuando cantó aquello de “Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así”. Metan ustedes en “mundo” los cientos de variables que hacen de cualquiera un ser único e irrepetible y verán como, aderezadas convenientemente, dan como resultado un genio o un patán. O  alguien como usted y como yo.



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